Fue en el Auditorio de San Blas. Corría el año 2019, concretamente el 4 de octubre de 2019, durante la precampaña electoral de las segundas elecciones que se celebrarían ese año por el bloqueo político y la renuncia de Pedro Sánchez a presentarse a la investidura.
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Multitud de palmeros socialistas llenaban el espacio y Ábalos se paseaba entre los militantes henchido de poder, como tocado por la mano divina, ahora no tanto, de Pedro Sánchez. Era su mano derecha en Ferraz, el responsable de la campaña y ya ocupaba, en funciones, la cartera más repleta de dinero de todo el Consejo de Ministros, la de Fomento.
Discreto, casi al final del auditorio e intentando pasar desapercibido, estaba Koldo García. Nadie, ni siquiera los socialistas de Salamanca, habían reparado en el chófer del presidente, en el asistente del secretario de Organización de Ferraz, el que mejor practicaba el «sadomasoquismo político» o eso creían los «dominadores» Sánchez y Ábalos. Pero no, el tiempo ha demostrado que Koldo no tenía un pelo de tonto y que grababa todo por si un día, que ya ha llegado, lo tenía que utilizar.
Nadie conocía a Koldo hasta que empezó a aparecer en las investigaciones de la UCO, hasta que empezaron a salir esas conversaciones soeces entre él y Ábalos, charlas que pusieron de manifiesto que no se trataba solo de corrupción económica o política, también moral y ética. La corrupción de burdeles de una saga prostibularia que hoy domina el sanchismo.
De los protagonistas del mitin de San Blas ya no queda ninguno en primera línea política: Fernando Pablos, que paseó con orgullo por Fonseca junto al todopoderoso Ábalos, ya no es secretario general de los socialistas salmantinos. A Luis Tudanda, el líder del PSOE en Castilla y León, el sanchismo lo fagocitó. Le han dado un suculento puesto de consolación en el Senado a costa de «sacrificar» al peñarandino Fran Díaz, que tuvo que dimitir para dejarle el escaño en la Cámara alta.
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¿Y qué decir del Koldo y Ábalos? El jueves durmieron en Soto del Real, previsiblemente en la celda que dejó vacante hace unos días Santos Cerdán, el otro «número dos» de Pedro Sánchez.
En Salamanca casi ni se acuerdan de ninguno de los del Peugeot, aunque cuando los cuatro ocupantes del coche recorrieron España, Sánchez tenía en Salamanca, como en casi todas las provincias, su «club de fans» que presidía el que fuera concejal Fernando Vegas, uno de los pocos que se mantuvo firme apoyando al defenestrado por los «barones». La dirección en público se mantenía al margen, pero en privado estaba con Susana Díaz, aunque el que volvió a ganar las primarias, con o sin «pitufeo», con o sin votos amañados, fue, contra todo pronóstico, Pedro Sánchez. También en Salamanca.
El mitin de Ábalos en el auditorio de San Blas quedó grabado, pero no para hacer un «Leire».
«Los españoles no podemos tolerar la corrupción». Él ya sabía entonces mucho de corrupción. 14 veces pronunció la palabra cuando defendió la moción de censura contra Rajoy.
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En San Blas no dejó títere con cabeza. Llamó la atención el lenguaje soez que utilizó contra Ayuso, pero ninguna feminista se removió de la silla, ni siquiera las que hoy reniegan de él, como si hubiera estado en las filas del PP en lugar de haber ocupado puestos destacados en el PSOE. Tampoco escapó Mañueco de su oratoria grosera y chusca. El del PP acababa de alcanzar un pacto de gobierno con Ciudadanos en la Junta y Ábalos lo calificó que fraude electoral. Está grabado.
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