José Manuel de Bustos en su taller con toda la colección de tamboriles que tiene. OBES
UN DÍA DE FIESTAS CON...

«Cuando no esté yo, quién se ocupará de todo esto»

José Manuel de Bustos, relata como es el día a día de un tamborilero y explica la razón de la importancia de tener un museo dedicado al folklore salmantino

Aurelio Peña

Salamanca

Sábado, 13 de septiembre 2025, 19:09

«En las fiestas, como en todos los sitios, lo primero que se suele hacer es comenzar con un pasacalles, para anunciar a la gente que es un día de fiesta, luego, se va a buscar a las autoridades, a los alcaldes, mayordomos, si hay, además, de tocar en la misa, en la procesión, y después ya el baile para la gente del pueblo y de alrededores», comenta José Manuel de Bustos, presidente de la Asociación Cultural Peña Folclórica «El Tamboril», acerca de su día a día como tamborilero.

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José Manuel comenzó a principios de los ochenta con su profesión como tamborilero. Una época donde escaseaban tamborileros. «Yo cuando empecé, estaba prácticamente perdida la profesión, apenas quedaban diez o doce tamborileros, ya muy mayores, entre los ochenta y los noventas años. Estuvo a punto de desaparecer. En esa época, mucha gente tuvo que emigrar a Francia, Cataluña o País Vasco hacia las fábricas para buscar trabajo y eso conllevo a grandes pérdidas en el folklore de zonas como la Sierra de Francia», confiesa.

Esta dinámica con el paso del tiempo ha ido cambiando, José Manuel agradece el apoyo de las autoridades por mantener viva la profesión: «En Salamanca tenemos que agradecer a la concejala, Carmen, y a la anterior, Victoria, que se han volcado por el folklore y nos apoyan bastante».

José Manuel aparte da clases dos días a la semana de baile en el centro de Trujillo y un día, los viernes, de gaita y tamboriles Navega en Garrido. Sobre todo, da clase a mujeres y niños (tiene de alumnos a cuatro mujeres y unos veinte niños), él comenta cómo es la evolución de las nuevas generaciones. «Todos los chavales empiezan de muy niños, sobre los 15-16 años lo dejan un poco por temas de la adolescencia, y suelen retomarlo entre los 17-20 años. Algunos lo dejan del todo, pero la mayoría vuelven. Esto es como montar en bicicleta, cuando aprendes a montar, no se te olvida».

Sin embargo, también se dedica a otras actividades José Manuel durante el año. Una de ellas es su taller, donde se dedica hacer instrumentos como las gaitas de tres agujeros, los tamboriles o las castañuelas entre muchos otros más, también repara instrumentos antiguos que destaca la importancia de que tengan un buen mantenimiento.

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Y otra afición que mantiene desde que es pequeño, son los animales, sobre todo, las aves: «Con mi padre siempre hubo canarios en casa y yo como tengo espacio suficiente para tenerlos aquí, los dejo libres y que anden por el taller. Alguna vez, me preparan alguna, pero bueno», añade, «Tengo aquí en el taller dos ninfas, otra está en mi casa, también tengo tres periquitos y el resto son canarios, que tendré como unos cuarenta».

José Manuel recalca la importancia de mantener vivas las tradiciones en la ciudad: «Un pueblo sin tradiciones desaparece. Sin tradiciones es perder toda la herencia de tus antepasados. Por ejemplo, dejamos de hacer bonitas tradiciones de nuestra historia, como el Día de los Santos, por hacer Halloween, que viene de América donde apenas tienen tradiciones porque las perdieron con el tiempo y solo tienen 300 años de historia. España tiene una gran riqueza histórica».

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Y confía en que las futuras generaciones puedan seguir manteniendo vivo el folklore: «Estamos luchando bastante y las instituciones nos siguen apoyando como hasta ahora. Si no fuese así, se perdería».

«Muchos trajes se han tirado a la basura sin conocer la importancia que contienen, trajes enteros e incluso con joyas y todo. Hace falta un sitio para poder conservar y preservar el folklore de la ciudad», comenta José Manuel acerca la posibilidad de que en un futuro se pueda construir un museo dedicado al folklore. Además, añade; «Aquí tengo tamboriles de gente que ya ha muerto, sus hijos me los han dado, ya que ellos no tocan y al menos saben que yo los cuido, pero, claro, cuando no esté yo, quién se ocupará de todo esto».

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Para José Manuel el tamborilero es de vocación; «Es lo nuestro. Yo soy feliz cuando vengo y comienzo a tocar el tamboril, una y otra vez, con algún que otro vasito de vino, pasando el día, siendo feliz aquí».

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