«La clave es poner al migrante en el centro e intentar conocerlo. En las escuelas hay que explicarlo bien»
Juan Simoes, secretario general de YMCA Europa, lleva 12 años al frente de la organización más cercana a la juventud
Juan Simoes (Cascais, Portugal, 1963) es más que un salmantino de adopción: es un salmantino de corazón y pasa unos días en la ciudad junto a su madre. Se encuentra al frente de una organización que trabaja con dos millones de jóvenes en 35 países de Europa, un trabajo que desempeña convencido de su vocación de ayuda y cercanía.
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Con un cargo como el suyo, ¿qué es YMCA para usted?
— Desde hace 12 años, prácticamente mis 24 horas al día están dedicadas a la coordinación de la asociación en Europa, que, como sabes, es la entidad de carácter social de apoyo a los jóvenes más antigua del mundo. A lo que nos dedicamos, por resumirte brevemente, es a coordinar el trabajo de las 35 YMCA nacionales que tenemos en Europa. En Salamanca hay una asociación, no un centro. Por cierto, la empecé yo en los años 80 con un grupo de jóvenes, como hobby.
Doce años al lado de los jóvenes en una última década complicada para ellos...
— Nosotros decimos siempre que, si trabajas en una entidad con jóvenes, tienes que tener en cuenta qué les ha afectado en los últimos años. Es la primera generación que ha vivido tres crisis en una. La crisis económica y financiera de 2008-2009 tuvo un impacto que todavía seguimos viviendo. A continuación, la crisis del COVID en 2020, que afectó directamente a los más vulnerables, por supuesto a los mayores, pero también a los jóvenes; y, por último, y no menos importante —sino quizá más—, una guerra en el corazón de Europa con la invasión de un país soberano como Ucrania por parte de Rusia.
¿Cómo se les puede ayudar?
— Hoy en día, esa invasión tiene efectos en toda Europa: provoca una crisis humanitaria de más de seis millones de refugiados, genera tensiones geopolíticas en todo el mundo y tiene un impacto directo en los jóvenes. En los últimos tres años nos hemos volcado con la respuesta. Seguimos teniendo allí 17 centros abiertos con apoyo directo a desplazados, atención a la salud mental, programas de empleo, educación no formal, recreación... Hacemos desde campamentos hasta centros de formación profesional para jóvenes.
¿Y por qué entra en este mundo?
— Mi padre era portugués y mi madre, de aquí, de Salamanca. En los años 60, mi padre, que era funcionario, fue destinado a Angola y Mozambique, y nos fuimos toda la familia con él. Estuvimos siete años, toda mi infancia. Yo siempre he estado acostumbrado a ver algo distinto. Cuando volvimos a Salamanca en 1974, para mí fue como volver a aprender, pero siempre se me quedó ese gusanillo. Desde allí, mi padre nos llevó a Sudáfrica, Tanzania o la antigua Rodesia. Más tarde, al irme a vivir a Estados Unidos, fue donde conocí la YMCA, en Cleveland, Ohio. Estando allí, además, me dieron diversas habilidades para estudiar y aprender cómo se gestiona una organización no gubernamental, porque en España, en los años 80, empezábamos en ese campo y allí lo tenían todo perfectamente pautado. Ahí empezó mi pasión.
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Me comentaba antes que había estado en 61 países. ¿Qué piensa de todo lo que está ocurriendo con los migrantes ahora?
— Nosotros partimos de algo profundamente humanista: ¿quién de nosotros no es inmigrante? Estamos en un lugar de Europa, como es la península ibérica, por el que han pasado mil culturas. También somos un pueblo que ha emigrado muchísimo. Lo que sí es cierto es que no se ha explicado bien. En las escuelas hay que explicarlo, y en las entidades hay que trabajar este tema con tranquilidad. Es decir, la integración es muy fácil de decir, pero hacerlo es complicado. La clave es poner al ser humano —al migrante— en el centro e intentar conocerlo.
En este tiempo, se habrá llevado alguna decepción.
— La espinita que me queda es que no estamos coordinados los tres sectores. Ese es el drama que tenemos. Hay un trabajo muy bueno por parte del sector público, aunque sin los recursos que se deberían invertir. También hay un trabajo muy bueno en el sector privado, con muchas entidades que aportan recursos. Y luego está nuestro sector, el tercer sector, que no acaba de estar coordinado: cada uno va un poco a su aire. Debería haber iniciativas para reunirnos mucho más y crear ese espacio común. Yo lo que siempre le digo a mi equipo, a la gente con la que trabajo, es que no les dé corte sentarse a la mesa con cualquiera, que no se sientan inferiores al hablar con nadie.
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