Argelina Sánchez Castaño, en la zapatería. S. DORADO

Dolor en el pueblo por el adiós a un comercio con más de cien años: «Ha llegado el momento, cierro tranquila»

Argelina Sánchez ha gestionado el legado familiar los últimos 37 años: «Cierro las puertas tranquila»

S. Dorado

La Fuente de San Esteban

Domingo, 19 de octubre 2025, 12:26

Si el cierre paulatino de los pequeños negocios ya resulta doloroso para los habitantes del medio rural, el impacto de ver desvanecerse un negocio centenario resulta sobrecogedor. Más de un siglo de historia se esfuma de la calle Corpus Christi, en La Fuente de San Esteban, aunque su recuerdo permanecerá vivo, y su legado, intacto en la memoria de las generaciones que han visto a la zapatería Martínez cambiar de manos y también de estilo desde 1919, año en el que Luciano Méndez la fundó, por aquel entonces como fábrica de calzado.

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A lo largo de los últimos 37 años, Argelina Sánchez Castaño ha sido la cara visible de esta zapatería, siempre con la ayuda de su hija Teresa, acompañando al establecimiento en una inevitable evolución, pero manteniendo la esencia, el sello de su fundador que nunca han querido perder. «Ha llegado el momento de cerrar una etapa y de agradecer todo lo que he vivido», asegura Argelina. «Esta zapatería ha sido mi vida y la de mi familia», y apostilla: «No hay mayor satisfacción que la de haber formado parte de la historia de tantas familias del pueblo, de la comarca y de otros muchos puntos de Castilla y León y de España».

La zapatería ha ido, según explica, mucho más allá de lo que una tienda pueda parecer; mucho más allá de transacciones. A escasos metros de la Plaza Mayor, se ha transformado a menudo en un punto de encuentro, un lugar de conversación y, en muchos casos, un espacio en el que se han forjado amistades, acompañado del sonido de la campanilla al abrir la puerta.

Durante 106 años, este pequeño negocio ha sido ejemplo de cómo se pueden generar vínculos que trascienden lo comercial. «Cierro las puertas tranquila. Me llevo muchos recuerdos que han hecho que cada día mereciera la pena», concluye Argelina. La historia de la zapatería Martínez se remonta a su apertura, cuando Luciano Méndez Regalado, abrió lo que en su día era una fábrica de alpargatas, abarcas y sandalias. Había aprendido el oficio como zapatero, pero en el latía la vena empresarial, y lo hizo «con mejor voluntad que dinero», palabras textuales de una entrevista concedida en aquellos tiempos. El espíritu trabajador fue la semilla que haría germinar un negocio secular.

Luciano contaba entonces con un personal cualificado y con el apoyo de sus hijos, y así apostó por una elaboración artesana, basada en materiales duraderos y técnicas avanzadas para la época, como el uso de piso de goma, calado, puntura y trenzado de cuero. En sus talleres se fabricaban también botas y calzado fino, con gran aceptación en provincias como León, Zamora, Cáceres y especialmente Salamanca. Las abarcas eran la especialidad.

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Durante la Guerra Civil la fábrica vivió uno de sus periodos más prósperos, llegando a fabricar hasta un centenar de pares de botas diarias para el ejército del Bando Nacional. En esta época trabajaban en la fábrica una veintena de mujeres y ocho zapateros remendones, encargados del trabajo de suela. También en materia de igualdad la zapatería demostró estar a la última, y es que estas mujeres trabajadoras ya cotizaban, algo poco habitual en aquellos tiempos.

En 1940 Luciano Méndez abrió una sucursal en Salamanca, en la calle Zamora, junto a la iglesia románica de San Marcos, punto que se mantuvo hasta 1995. Tras su fallecimiento en 1946, la empresa fue heredada por sus hijos, aunque la fábrica no logró mantener el pulso inicial. Aún así, la tienda en La Fuente de San Esteban resistió. En 1956 la gestión pasó a Teresa Méndez, hija de Luciano, quien tomó el relevo junto a su esposo, Andrés Martínez, alcalde durante más de dos décadas. Desde 1988 la tienda ha estado administrada por Argelina Sánchez, esposa de José Andrés Martínez, nieto de Luciano e hijo de Andrés. Frente al fundador, ella optó por no morir con las botas puestas.

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