Se ve que ahora está mejor visto ser un «perroflauta» o un «cazasubvenciones» de manual que un autónomo. Por lo que sea. Y no se ... entiende la persecución. Y el autónomo se cansa, cierra y se va y el «perroflauta» no trabaja y el «cazasubvenciones», menos. Y así nos va, y lo peor es que así nos irá.
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Esto viene porque a la ministra Elma Saiz, que es el Gobierno, le ha dado por una nueva subida de las cuotas de cotización de los autónomos, y los autónomos se han enfadado y ahora amenazan con manifestarse porque se ve que están hartos. Y la ministra, como que no lo entiende, y encima les dice que es por su bien, para que el día de mañana sean como los asalariados. Eso, si son buenos.
Visto el panorama, que no antes, lo que ofrece ahora ella es diálogo, tiempo de escucha y, ante todo, pide calma y tranquilidad. Lo que quieren ellos es que se detenga, que dé marcha atrás y, para lograrlo, nada como que viva una experiencia inmersiva en la realidad del autónomo. Eso, traducido, viene a ser algo así como que cierre una temporadita el bonito despacho de ministra, se dé de alta y, por ejemplo, abra un bar de la España vaciada, que hay muchos y por muy poquito dinero. Sería, a lo mejor, uno de esos bares coquetos de cuatro paisanos al día en invierno, con los mismos cafés vendidos al cerrar y hasta mañana, que será igual. De esos bares a los que el autónomo siente como de la familia en verano porque casi duerme allí, si quiere vivir el resto de los meses. O de esos bares en los que el autónomo es el cocinero, el de la limpieza y el camarero porque si contrata a alguien, ya no le da. De esos, en los que si se sienta una toda la tarde con un café, le hace el roto.
Y luego paga que si tal o cual y, en nada, la factura electrónica, para que cada ticket vaya directito a Hacienda, no sea que defraude. Porque es más cómodo para el Gobierno castigar al autónomo con más burocracia y más trabajo que aumentar el cuerpo de profesionales para investigar a los grandes defraudadores. Y viene a la cabeza cómo es posible que, con tanta preocupación por el autónomo, Hacienda no se diera cuenta de la trama de hidrocarburos de Víctor de Aldama, por ejemplo. O sorprende la escasa importancia que muestra por la circulación de sobres transparentes llenos de «lechugas», «soles» y «chistorras». Y no se entiende cómo, con lo que está pasando lo que de verdad le preocupa son las gominolas que vendió ese o aquel kiosco, y pone al autónomo en el punto de mira por si fueron cuatro o cinco.
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Que se ve que es mejor asfixiarles con impuestos y exigencias «sacaperras» que ayudarles y vigilar al que trabaja por la mañana en no sé qué y por la tarde le hace la competencia al autónomo porque es un «manitas». Que en este país se ha demonizado al autónomo y el autónomo se va. Y cada vez más inmigrantes son autónomos y el Gobierno lo cuenta con orgullo, como si esto no significara que se emprende por necesidad y porque hay ayudas específicas. Y el hijo del que tiene un negocio solo quiere ser ya funcionario o asalariado. Que en lugar de cuidar al que crea riqueza y trabaja, se le machaca y castiga. Y es una pena.
Si la ministra sigue adelante con su propuesta, el golpeado será sobre todo el autónomo pequeño y será el que vive en una comunidad como Castilla y León, despoblada, y no tanto en otras con actividad industrial. Creará, por lo tanto, más desigualdad y golpeará sobre todo a empresas con márgenes estrechos, ingresos estacionales y con imposibilidad de trasladar los costes al cliente. Las zonas rurales serán grandes perjudicadas, más aún cuando en la propuesta no se ha tenido en cuenta a aquel que ingresa cantidades altas pero a la vez tiene costes muy elevados, como un agricultor o un transportista.
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Nada, que la ministra habló porque hay que recaudar. Si no es así, no se entiende.