AL LORO

Corina, Ábalos y Trump

De las «azules» se pasó a ver si Pedro Sánchez felicitaba a Corina por el Nobel. Tenía que haberle dado hasta las gracias

Sábado, 11 de octubre 2025, 06:00

Estábamos en España tan entretenidos con esto de Ábalos y Koldo. Nueva temporada pero no gratis, que nos está costando una pasta. Era la comidilla. ... Y el gran debate intelectual lo monopolizaban el «polvo blanco» y las «azules», en si eran o no. En el bar estaban en que sí, que claro. También por lo que dijo Ábalos luego, lo de que había dejado el pabellón muy alto. Y salió lo de la 1 y que cómo no le regalaba también otra pulsera a la 2 y a la 3 que, total, no era más que pedirle dinero a Koldo. Y salió también lo de las orgías y que cómo pudo no enterarse Pilar Alegría. Estábamos centrados en que ese hombre que decía esas machistadas había sido el ministro más importante de España y el que manejaba el partido socialista. Y llegábamos a lo de siempre, a que Torrente a su lado era feminista. Y luego a la crítica, que vaya con la ministra de Igualdad, que no habla. Y vaya con Yolanda Díaz, que muy de mujeres, pero de algunas. Y el Gobierno más transparente y feminista de la historia, que no se entera. Y los socialistas de aquí, que miran para otro lado. Y ya estábamos en la cantinela de siempre, en la de en qué manos estamos y en el menos mal que nos queda Portugal, cuando se anunció el Nobel a Corina. Todos mudos. «¿A quién?» Y se abrió otro debate. El de los felices, el de los resentidos y el de los desaparecidos.

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De repente, el interés nacional se giró hacia la cuenta de X de Pedro Sánchez, para ver si felicitaba a la premio Nobel o no. Y en ver si algún ministro se salía del guion marcado y ponía algo tan atrevido como «enhorabuena», lo que hacen casi cuando el atleta del barrio gana la carrera popular. Fue que no. Ni Óscar Puente. Que Corina estudió en Salamanca. Que alguna vinculación tiene con España. El Nobel pasó de ser el premio más deseado, a baratija. De ser el más buscado, también por Pedro Sánchez, al más ignorado. El interés del Gobierno no había estado en Ábalos, ni luego, en Corina: se quedó con Ayuso, Feijóo y los abortos. Y el interés del PP pasó a ser el de aplaudir a Corina. Y el de Trump, a través de la Casa Blanca, el de criticar el Nobel, que pobre Corina. Y el de Putin, el de alabar a Trump. Como Netanyahu. Y el de Corina, en superar el shock. Y el del pueblo de Venezuela, que era el que más claro lo tenía, en celebrar la libertad o su anuncio, o lo que sea. O que un comité de Noruega se ha acordado de ellos y que por algo será. Que es algo muy bueno, que no puede ser malo. Y Corina, lista, se lo dedicó a Trump.

Ella cuenta que asumió su compromiso de vida por la libertad de su pueblo quizás cuando una niña se abrazó a ella llorando porque le iba a traer a su papá de vuelta a Venezuela. Cuenta que se dio cuenta de que algo cambiaba, cuando Maduro se quiso vengar de una tienda por venderle a ella empanadillas y desde Venezuela y otros países se realizaron compras masivas para salvar a ese pequeño comercio. Ahora se ve.

No es extraño que Pedro Sánchez no le de la enhorabuena. El discurso de Corina es anticomunista y antiMaduro, opuesto al de los socios de Pedro Sánchez y al de Zapatero. Y está lo de Delcy y las maletas y las extrañas relaciones del Gobierno de España con este régimen.

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Tampoco es raro que Trump esté molesto, aunque él promoviera la candidatura de Corina. Fue antes de la paz en Gaza y a Obama se lo dieron por un par de discursos bonitos.

Tampoco es extraño que el pueblo venezolano esté por fin ilusionado porque el Nobel marca en cierto modo el lado bueno de la historia y ha situado en ese lugar a la oposición al régimen de Maduro. Y claro que es político, porque ha sido a Venezuela y no, por ejemplo, a la «flotilla».

Y Sánchez le tenía que haber dado las gracias a Corina, aunque sólo fuera porque se dejó de hablar un rato de Ábalos. Pero ni por esas.

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