No quiere el título de esta columna insinuar que la gestión del BOE sea sospechosa de corrupción, ni mucho menos. Cabe recordar, a título anecdótico, que hace unos años a sus responsables se les acusó de alterar el precio del papel en el que se imprimía, pero nunca pudo probarse delito alguno. A lo que voy es a que el mes pasado se publicó un Real Decreto titulado Plan Estatal de Lucha contra la Corrupción, con el fin de prevenir y castigar a quienes infrinjan las leyes en el ámbito de las corruptelas nuestras de cada día. Bueno es que el legislador se preocupe por cuestiones que están en boca de todos, esas que fomentan tanto el cabreo de los ciudadanos como la desconfianza de los mismos en las instituciones.
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El Gobierno alardea de su firme compromiso con la integridad y la transparencia. Lo malo es que los precedentes –de este Gobierno y de los anteriores—no ofrecen un mínimo de garantía. Cuando revisamos notorios casos de latrocinios perpetrados a las sombras del poder, nos encontramos con una larga ristra de conocidas trapacerías que abarcan casi todo el espectro del arco parlamentario: los EREs, los Pujoles, Gürtel, Púnica, Nóos, Bárcenas, Cajas, o los más recientes de Koldo y sus derivaciones prostibularias. Se puede consultar bajo el título de «Casos aislados de una corrupción sistémica» un listado de 592 ejemplos agrupados por orden alfabético. Tienen que ver con sobornos y cohechos, fraudes fiscales, malversaciones, prevaricaciones, amaños de contratos públicos, blanqueo de capitales y toda una panoplia de escándalos que han salpicado la política española en las últimas décadas. Lo primero que aparece en el BOE --ya empezamos mal-- es una comisión interministerial. O sea, la raposa podría estar cuidando el gallinero, puesto que hay una generalizada desconfianza hacia el exceso de comisiones. A la terca inoperancia de muchas de ellas nos remitimos. Para mí tengo que una de las primeras señales que ponen al contribuyente sobre aviso es la existencia actual de una veintena larga de ministerios. Todo lo que sea más de una docena ya presupone un ingente número de agencias, observatorios, subcomisiones, fundaciones, organizaciones de distinto pelaje y demás momios con los que contentar amigos y pagar favores, lo cual da pie a oscuras bicocas, diáfanas mordidas y turbios manejos del erario público. De todo hay en la viña del Señor, y no han de faltar administradores honrados codeándose con bandoleros de guante blanco y rostro hormigonado.
No deja de ser un desdoro que España siga ocupando los puestos de cabeza en el nada honroso ranking de corruptelas y falta de transparencia. Disponemos de un Portal de Rendición de Cuentas y no de Claudicación de Cuentas, por más que el BOE, acaso con la mejor intención, apunte en sentido contrario.
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