Se ha vuelto a enzarzar el PP en su pregunta más temida: ¿Pactará con VOX en el caso de que lo necesite para llegar a la Moncloa? Como esos peces de acuario que no dejan de impactar contra el cristal al ver su reflejo, los de Feijóo se han enredado por enésima vez en una trampa de la que nunca podrán salir bien parados. Sin atisbo de convocatoria electoral, salvo que Pedro Sánchez termine tumbado en la lona por KO total, los populares no tienen ninguna necesidad de andar gastando tiempo y rédito político en sus dilemas ideológicos.
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Es más, es para hacérselo mirar. Justo cuando más débil está su rival político, arrinconado por el informe de la UCO y lo que hayan guardado en el fondo de armario los Ábalos, Koldo, Cerdán y compañía; por el caso Begoña; por el del hermanísimo, e incluso atacado por los flancos en su propio partido; llega el PP y le lanza un salvavidas que permite introducir un nuevo ingrediente en el debate político, aliviando a los medios más alineados con el gobierno y permitiendo a Sánchez recuperar el discurso del miedo que le mantuvo en la Moncloa tras las elecciones de julio de 2023, justo tras los acuerdos PP-VOX en ayuntamientos y autonomías.
«¡Qué viene el lobo!» repiten los socialistas, que perciben el temor de los populares a postularse en sus potenciales pactos con la extrema derecha. Aunque si quiere Feijóo la prueba del algodón sobre lo que hacer, o no, ante ese dilema, que le pregunte a Alfonso Fernández Mañueco, que la próxima semana cumple un año de gobierno en solitario tras la espantada de los García Gallardo Boy's. Hay días en los que se pellizca para confirmar que no está viviendo un sueño, días de vino y rosas en la Junta, con promesas y anuncios cada semana pese a que las cuentas están prorrogadas. ¿Quién quiere presupuestos cuando tienes el Bocyl? Si algo nos ha demostrado la política de los últimos años es que se puede gobernar sin contar con una mayoría que te sustente en la cámara. Puede que, puntualmente, te tengas que comer un sapo como la Ley de Publicidad Institucional aprobada por la oposición en las Cortes, pero el trago se engulle gustosamente si la contraprestación es poder gobernar sin socios incómodos, de esos que no te dejan dormir por las noches y provocan digestiones pesadas.
Ahora, parece que susurra el PP, con la boca pequeña y fuera de micro, que nunca gobernaría con VOX. Lo que no se entiende es porque no lo pregona a voces para acabar de una vez con un debate en el que ganan todos menos los populares.
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