Es un ejercito involuntario, sin rango ni órdenes. Cada día desfila con disciplina por andenes y estaciones con sus mochilas negras, su elemento identificador en el que no se permiten lujos individualistas, como si detrás de ellas existiera una ambición uniformadora, vestimenta única para una época de pensamiento único.
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Hay varios rasgos que definen a los 'mochilas negras'. Se presentan a primera hora del día en el andén con cierto aire de urgencia, pensando en la lista de emails que se acumulan en la bandeja de entrada sin contestar, sobre todo ese mensaje de un superior que exige eficiencia y rapidez a partes iguales. La premura obliga a utilizar la herramienta fetiche de este ejército, el ordenador portátil, ese HP plateado comprado al peso por las multinacionales para tener conectados a sus trabajadores «24/7», la expresión diseñada para definir la disponibilidad total a la compañía.
El resto del equipaje suele incluir unos cascos inalámbricos, el cargador del móvil, una libreta para apuntar ideas y un libro para matar los ratos de saturación digital. El calculado equipaje del ejecutivo, práctico y solvente, dos de los adjetivos más admirados entre el clan.
La mochila negra es el único fijo en su 'outfit', pero el resto de uniforme cambia a lo largo de la semana. Del disciplinado lunes de pantalón de pinzas y zapatos al relajado viernes, en el que algunos se permiten desfilar con vaqueros y zapatillas. Un calendario salpicado con varias jornadas de traje, con o sin corbata; ese día se les ve más tensos porque toca visita del jefe o reunión con un cliente importante, de los de varios ceros.
Los mochilas negras se reconocen entre ellos sin saludos ni contraseñas secretas. No hace falta, el paralelismo está tan sincronizado que es como verse reflejado en un espejo. Ante una conversación ajena o ante el enésimo retraso anunciado por Renfe, sólo una mirada o un gesto denota la complicidad.
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El ejército errante, de ciudad en ciudad todos los días, acumulando horas y kilómetros suficientes para contabilizarlos en una tabla de Excel, una como las que revisan en los ordenadores que llevan dentro de su mochila, la literal y la mental, que siempre pesa más. Pese a cierta apariencia robótica, son seres humanos completos, a los que incluso pueden saludar sin miedo a que les eternicen el viaje con sus cuitas. Seguro que les entrará alguna llamada o mensaje que requiera de su atención inmediata. No vaya a ser que se les complique aún más la jornada.
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