A MIL PASOS

Dictadura en plan risa

Imagina lo torpe que ha sido el país y sus leyes educativas en vertiginoso descenso para haber llegado aquí

Miércoles, 26 de noviembre 2025, 05:50

Tenía que ser muy divertido. Guardar lo poco que se podía, esconder donde fuera para evitar las requisas, el control férreo y minucioso y salir ... cuando ya la noche era boca de lobo. Las pocas, si había alguna, luces de Cilleros iban quedando atrás y en silencio se iniciaba un camino penoso, unos doce kilómetros por carretera, algo menos de siete por trochas y caminos, con el mulo silenciado como se podía para que un quejido no sonara como una sirena antiaérea. Qué risa. Ir hasta un molino en Navarredonda de la Rinconada, al otro lado de la montaña, jugándosela. El molinero, que también se la jugaba y no poco, a cambio de un pequeño porcentaje del grano molido, esperaba a oscuras. Se trabajaba deprisa. Ese futuro pan en los sacos era la única manera de garantizar un mínimo alimento para la familia. La vuelta era peor: el 'delito' flagrante, el posible disparo de la patrulla, el amanecer y su carrera. Qué emoción, ni una partida de paintball. Ese viaje, no mucho después de la funesta guerra fratricida lo hizo mi abuelo varias noches. Se lo pasó tan bien que una vez perdió una alpargata –de pisada silenciosa– y no se atrevió a volver por ella. Por si alguien ataba cabos o por la risa.

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Jugarse la vida literalmente por unas pocas hogazas en esa España triste que encogió diez centímetros de golpe, por la falta de comida. De una, bro. Tan bien se lo pasó aquella gente que muchos años después en casa de mis abuelos cuando se caía el pan al suelo se recogía rápido y se le daba un beso. Por los que no lo tienen, por los que no lo tuvieron.

Ya sé que no siempre las cosas fueron tan amargas, y quizá lo material ni siquiera es lo peor, pero esto también es parte de una dictadura que medio siglo después a uno de cada cuatro jóvenes ahora no les resulta para tanto. Imagina lo torpe que ha sido el país y sus leyes educativas en vertiginoso descenso para haber llegado aquí. La calaña política que se ha dedicado a sembrar trincheras de manera egoísta y cortoplacista en vez de preocuparse en asentar unos principios comunes de acuerdo sobre los que poder construir un país desde las legítimas diferencias.

Salamanca tendría una herramienta muy poderosa para explicar qué es vivir en una dictadura. El Centro de la Memoria debería ser lugar de paso obligado para explicar el control absoluto, las fichas, los crímenes, la impunidad. El entorno de presión asfixiante. Desmontar la falacia de que si no te metes en líos… ¿Y quién decide qué es un lío? ¿Peinarte de una determinada manera? ¿Vestirte? ¿Ir de la mano con alguien que no encaje en el canon impuesto? ¿Que te firme tu marido si tienes que abrir una cuenta o poner un negocio? ¿No divorciarte?

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No confío, tal y como está el patio, en una ola de cordura política que lleve a impedir que vengan monstruos que pueden ser incontrolables a fuerza de selfis en Los Bandos con el Banco de España de fondo. A lo mejor no se han dado cuenta de que está «resignificado».

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