A MIL PASOS

El bosque del polvorín

Pero también tenemos que pensar en la ciudad que tenemos que construir para los que vengan detrás

Miércoles, 15 de octubre 2025, 05:30

Podría decirse que no tengo nada que ver con Zaragoza (una hermana de mi abuela vivía allí y después de una visita suya quedó sobre ... el aparador una Virgen del Pilar de esas que se iluminan por la noche, pero hasta ahí) y sin embargo llevo unos cuantos días escuchando la canción que Mar Giménez ha compuesto para los zaragozanos ausentes («¿Alguien me sabe explicar si un río no tiene olas cómo es que llega tan lejos el olor de Zaragoza?»). A la joven, que vive en California, le ha salido un auténtico himno que cambiando mentalmente a la Pilarica por la advocación patronal que corresponda y la ribera de los puentes sobre el Ebro por la estampa más identificativa de cada lugar, sirve para echar de menos cualquier rincón del mundo.

Publicidad

La primera vez que me topé con ella ya se me puso la carne de gallina y no me pude resistir a repetir la escucha para ir paladeando esos sentimientos que no son mi historia, pero sí la de muchos de mis amigos. También fue la historia de mis abuelos. Ellos encontraron en 'El emigrante' de Juanito Valderrama la música para su nostalgia y ya de vuelta a España se seguía subiendo en casa el volumen del transistor cuando sonaba. De vez en cuando me la encuentro por ahí y me sigue emocionando, poniéndome en la piel de todos los que se fueron a la fuerza por una guerra y los que luego fueron detrás huyendo del hambre y la penuria.

Si yo tuviera que hacer una canción, camino por el que no me ha llamado Dios, no sé qué elementos de Salamanca escogería. Quizá no convenga quedarse solo en el vuelco en el corazón al ver pintarse las catedrales bocabajo sobre el lienzo del Tormes, en la piedra que luce un dorado distinto cada estación o la sacudida en el pecho cuando se enciende la Plaza Mayor.

Al fin y al cabo, esa es la ciudad que otros salmantinos hicieron y que nosotros tenemos la bendición de disfrutar y el deber de preservar. Pero también tenemos que pensar en la ciudad que tenemos que construir para los que vengan detrás. Y ya no son tiempos de catedrales y palacios barrocos, sino de nuevos conceptos de calidad de vida donde quizá los espacios accesibles y adaptados al cambio climático sean las cuestiones más urgentes y me ilusiona muy especialmente convertir el árido polvorín de Tejares en un bosque urbano con más de 25 000 árboles, cuya plantación comenzará en breve si se cumple lo previsto.

Publicidad

En la Odisea, cuando Ulises de vuelta a Ítaca ya ha matado a todos los pretendientes de Penélope se presenta ante su padre. Laertes, envejecido, no reconoce a su hijo hasta que Ulises le enumera los árboles que plantaron juntos cuando era niño: trece perales, diez manzanos y cuarenta higueras. Los árboles que empezaron siendo una semilla, convertidos en el más infalible de los recuerdos.

La de vivencias, sueños, amores que podrán tejerse, ojalá, entre esos nuevos árboles. Por qué no cantar un día: la silueta de las catedrales desde el bosque del polvorín en el alma llevo metida.

Este contenido es exclusivo para registrados

Publicidad