CORRAL DE COMEDIAS

El voto del desahogo

¿Conseguirá Mañueco hacerse con el «voto del desahogo» de aquí a marzo o se lo llevarán los de Abascal?

Por circunstancias que no vienen al caso, el sábado pasado estuve tomando algo con un camionero rumano que vive desde hace muchos años ya en ... mi pueblo natal. Los efectos de la segunda caña desataron su lengua y me sorprendió cómo no tuvo reparos en reconocer que posiblemente votará a Vox en las próximas elecciones generales, a pesar de la orientación socialista que había presidido tradicionalmente sus pensamientos. Su argumentario para tan radical cambio hacía referencia a lo que Alberto Núñez Feijóo calificó al día siguiente en el congreso del PP andaluz como el «voto del desahogo».

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No es nuevo este voto. Lleva produciéndose desde hace una década en España con la irrupción de partidos como Podemos o Ciudadanos, y ahora continua al alza con el que preside Santiago Abascal. Hay miles de votantes -cada vez más- que se consuelan en las urnas votando a formaciones sin posibilidad de victoria final, pero con un gran poder de control sobre los dos grandes partidos de este país. Y, como en el caso de la persona que les presenté al inicio de estas líneas, puede saltar de una ideología a otra completamente distinta con una enorme facilidad. Todo sea por desfogar la mala leche que se va creando a lo largo de la legislatura. Y en esta última, estamos tragando bilis para hartar.

Bien lo saben los asesores electorales que estos días andan de los nervios a raíz de la convocatoria de comicios autonómicos en Extremadura. Hay que captar el «voto del desahogo» como sea.

El líder del PP lo contrapuso el domingo pasado a la corrupción política que rodea a Pedro Sánchez y sus secuaces. Los socialistas lo quieren para sí ante el descontento entre los ciudadanos de la Comunidad Valencia por la gestión de la dana y los castellanos y leoneses que se vieron afectados por la deficiente diligencia ante los incendios de este verano. Y el resto de formaciones anhelan este voto fácil, fruto del fallo del contrario más que de los logros propios. Se suda mucho menos consiguiendo un gol en propia puerta del rival que atravesando todo el campo con el balón pegado al pie, eliminando adversarios y marcando el tanto del siglo. Vox es el exponente más claro de este tipo de política contemplativa que aguarda sin hacer nada los fallos de los otros para recoger el fruto de algo que ni ellos mismos habían sembrado.

El ciclo electoral autonómico comienza en diciembre en casa de nuestros vecinos del sur de la provincia. Después nos llegará el turno a nosotros en marzo y, tres meses después, serán los andaluces quienes visiten las urnas, siempre y cuando al tío que se pasea estos días en guayabera por Colombia no se le ocurra una jugada de las suyas y nos sorprenda con un adelanto electoral. Aunque este tipo es capaz de gobernar (?) sin presupuestos y sin el apoyo del Parlamento, una que vez que su amigo de Waterloo, despechado, le ha dado la espalda.

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Me da a mí la impresión que ni a Feijóo ni a Sánchez les agrada en estos momentos que los ciudadanos voten. Aunque por distintos motivos, el miedo a las elecciones se ve en los ojos de ambos. El propio líder del PP lo dejó bien claro en su intervención ante sus correligionarios andaluces. Ojo con las carambolas, que las carga el diablo. Y de eso sabe mucho desde aquel infausto verano de 2023.

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