El candidato socialista a la Junta de Castilla y León, Carlos Martínez, ha empezado la precampaña electoral como si fuera el rey Melchor, prometiendo parques científicos en todas las provincias de Castilla y León, para que no se queje nadie.
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Como si un parque científico fuera como poner una ventanilla única o abrir una oficinita con un cartelito que ponga: «Gobierno de España. Venga usted mañana» o «cerrado por falta de iniciativas».
Un parque científico no es un polígono industrial, donde llega Renault, por ejemplo, y se instala en Valladolid. Un parque científico es un espacio que por iniciativa de una universidad promueve la innovación y la transferencia de conocimiento entre esa institución académica, los centros de investigación y las empresas. Se trata de pequeñas empresas en cuanto al número de trabajadores, pero de alto valor tecnológico.
Valladolid y Salamanca son las dos provincias que cuentan en Castilla y León con un parque científico.
El de la Universidad de Salamanca, no sin dificultades y con muchos desvelos y trabajo, ha conseguido atraer a 72 emprendedores que fomentan la investigación y el desarrollo de la mano de la institución académica y que crean ya 800 empleos.
Querer que haya un parque científico en cada una de las 9 provincias de Castilla y León es repartir migajas, porque con una población que no llega a los dos millones y medio de habitantes es imposible que se reparta otra cosa. Es repartir migajas y condenar a los que existen, como el de Salamanca, a sobrevivir.
La propuesta de Carlos Martínez, el también alcalde de Soria, me recuerda mucho a cuando Zapatero, en su ignorancia más absoluta, empezó a prometer palacios de congresos en media Comunidad Autónoma y en Salamanca, que teníamos el Palacio de Congresos de Castilla y León, construido en 1992 y obra del premiado arquitecto Juan Navarro Baldeweg, nos condenaron a tener que pelear por los congresos con el resto de las provincias de la región para poder sobrevivir.
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Por cierto, Zapatero prometió, pero la juerga de los palacios la tuvo que pagar también la Junta, que ya tenía uno en Castilla y León. ¿Quién salió perjudicado? Sin duda el de Salamanca, que fue pionero y que para entonces ya estaba obsoleto y con escasa financiación de la administración regional para modernizarlo.
En esta Comunidad no hay para tanto, si no queremos repartir migajas en todas las provincias. A mí, personalmente, no me ha gustado nada la iniciativa poco original de candidato socialista. Además, me ha parecido de pésimo gusto que precisamente la haya hecho en Salamanca y me atrevo a decir que Martínez ha lanzado la propuesta sin hablar previamente con los responsables del parque científico, porque le hubieran contado lo que cuesta llenar el espacio, lo que supone conseguir la financiación para crear espacios comunes para los emprendedores y lo que supone sacar adelante cada iniciativa.
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Tenemos otros ejemplos, fracasados por cierto, como los aeropuertos repartidos por media España y hoy vacíos de aviones y pasajeros y muertos de asco.
No pasa nada por escuchar a los empresarios, a los emprendedores y tomar nota de qué hace falta en Castilla y León. El lunes, en una de las mesas del Libro Blanco organizado por LA GACETA, uno de los empresarios punteros de Castilla León, el presidente y fundador de Meins, que es un ejemplo de innovación y sostenibilidad, dijo que hacen falta trabajadores menos cualificados y pidió que las administraciones faciliten contratos que puedan hacer compatibles el campo y las empresas. Tomen nota lo políticos.
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