Opinión

El «césar» Abascal

Y a falta de razones convincentes, queda la fe ciega en ese ser que toma las decisiones por los demás, como en las sectas

Miércoles, 17 de julio 2024, 06:00

La decisión la ha tomado un «ser superior» y os pedimos que tengáis fe en que es lo mejor. Esto es más o menos lo que les dijo, parece ser, Ignacio Garriga el pasado viernes por la mañana a los consejeros de Vox de las cinco comunidades autónomas afectadas por la ruptura unilateral de Abascal de los pactos de Gobierno con el PP. Son muchos los testigos en la reunión del viernes por la mañana con los consejeros que ratifican este mensaje que después ha intentado desmentir el secretario general.

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Hasta ese momento -viernes por la mañana y una vez ejecutado el divorcio- ningún ser superior se había puesto en contacto con ellos para preguntarles cómo iban los acuerdos de legislatura con los populares.

Habían escuchado al caudillo Abascal amagar con romper a cuenta de la migración de los menores no acompañados que llegan en pateras a las costas españolas. Pero en Castilla y León la política sobre la acogida de los menas no había cambiado respecto a lo que se había hecho el año anterior y el anterior, justo cuando se firmó el acuerdo de Gobierno.

Estaban relativamente tranquilos, aunque el vicepresidente de Mañueco había dado señales de que el líder de Vox movido por no sé qué superioridad no entraba en razones y él seguiría las directrices por no tener un altercado. Gallardo, joven, pero no idiota, tuvo que ir modulando su discurso para adaptarlo a la abrupta ruptura. A él Abascal lo dejaba con las posaderas al aire: solo unos pocos días antes había dicho que el acuerdo de gobierno estaba funcionando bien, y por tanto, se desprende que se estaban cumpliendo todos los puntos del acuerdo firmado con Mañueco.

¿Qué razones tenía Abascal para romper?, se preguntaban atónitos Gerardo Dueñas, afiliado a Vox y consejero de Agricultura; al igual que Mariano Veganzones, consejero de Empleo, Comercio e Industria. Y también el independiente Gonzalo Santonja, que ocupaba la cartera de Cultura, Turismo y Deportes a propuesta del partido de Abascal. No había ninguna razón para romper algo que funcionaba bien. No les habían dado argumentos razonables para explicarse ante los votantes. Y no estaban de acuerdo, como pusieron de manifiesto en la escueta reunión que inició Garriga y continuó «Montse», una persona de la ejecutiva nacional.

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El ser superior, se supone que Abascal, no dio la cara. Cobarde a la hora de enfrentarse a los que le pueden plantar cara mejor que nadie, los suyos, no se atrevió a ser sometido a un tercer grado.

Y a falta de razones convincentes, queda la fe ciega en ese ser que toma las decisiones por los demás, como en las sectas. No hay que hacerse preguntas para las que no hay respuestas.

Hace tiempo que Abascal conduce el partido como si fuera una secta en la que es difícil escudriñar ni cuentas ni decisiones ni estrategias, un estilo cesarista en el que la autoridad suprema la ejerce él y para militar sin sobresaltos reclama fe ciega en su capacidad personal a la que se atribuye rasgos heroicos.

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El partido hace aguas y ha empezado a tener fugas por todos los lados y denuncias de lo que está ocurriendo internamente. Por supuesto los tres consejeros de Castilla y León se negaron a dimitir, los dos que estaban afiliados, incluso, se dieron de baja del partido y han seguido las fugas todo el fin de semana.

La directora general de Producción Agrícola y Ganadera, Teresa Rodríguez, que había sido vicepresidenta del partido en Salamanca, también ha causado baja en la formación, aunque será difícil que se salve del cese. Quizá tenga más suerte Enrique Sánchez-Guijo. De arrepentidos está el mundo lleno y el director general de Deportes ya parece haberse arrepentido de haber dejado el PP hace solo dos años.

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