Seguramente muchos nunca han oído o leído esta palabra, pero no se preocupen ya que estamos en un momento en el que cualquier término puede ser reinterpretado o ampliado en su significado, según califique a uno u otro sustantivo. El término «dismorfia» como tal, en la RAE no tiene una entrada específica, pero se usa para referirse a una alteración del patrón morfológico normal. La palabra deriva del griego «dys» (mal, difícil) y «morphe» (forma), indicando una forma anormal o defectuosa. Hasta ahora se ha asociado al «trastorno dismórfico corporal». Pero gracias a la riqueza de nuestro idioma, si el vocablo lo vinculamos a otro, su significado se enriquece siendo capaz de definir alteraciones actuales del comportamiento.
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¿Qué es la «dismorfia financiera» y por qué, este ojo que observa se la presenta a ustedes hoy? Pues para que reconozcan este tipo de comportamiento.
Si apartamos de nuestras prioridades de reflexión, la complejidad del mundo en el que vivimos en términos políticos, bélicos o económicos, tanto en la esfera nacional e internacional y nos centramos en la vida diaria, en ella también estamos comprometiendo nuestra salud mental. Quienes me siguen, ya me habrán leído en más de una ocasión, que considero que unas de las enfermedades más importantes de este S.XXI, serán las enfermedades mentales. La «dismorfia financiera» se define como una percepción distorsionada de la propia situación económica, donde las personas creen que se tiene más o menos dinero del que en realidad se posee. Esta percepción suele conducir a una mala gestión económica y nos lleva a tomar decisiones financieras erróneas, como gastar por encima de las posibilidades para terminar sintiéndonos culpables por ello, a pesar de tener estabilidad. Esta variación en la percepción, puede exteriorizarse con un gasto compulsivo para aparentar estatus, un miedo excesivo a gastar o a la creencia de que el dinero es infinito. El resultado es una ansiedad constante e irracional sobre nuestras finanzas. La visualización diaria de vidas aparentemente lujosas en las redes sociales, donde lo que vemos es lujo, éxito, viajes, hoteles... genera una sensación de carencia en nuestras vidas, que puede llevarnos a tomar decisiones financieras impulsivas o muy poco sostenibles. Así la «dismorfia financiera» nos provoca: miedo a quedarnos sin dinero; al gasto compulsivo para aparentar estatus; a la desorganización financiera y al endeudamiento; a la culpa de gastar en uno mismo o a las conversaciones centradas en el dinero. Estos desequilibrios en jóvenes y adultos, fruto de una mala interpretación de lo que vemos en las redes sociales, puede llevarnos a pensar que, si no disfrutamos de esos roles que nos venden, seremos unos fracasados sociales. La no gestión del bombardeo al que asistimos, puede avocarnos a una bancarrota y a una no aceptación de quienes somos. Recordar que la felicidad es una opción personal, debe partir de aceptarnos como somos y de qué podemos hacer, sin compararnos con nadie.
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