Quizá algunos no sepan o no conozcan a esas criaturas consideradas manjar de emperadores en tiempos de los romanos. Técnicamente llamadas híperoartios y comúnmente peces sin mandíbulas o agnatos. Estos curiosos peces remontan el río Miño para desovar y es entonces cuando son capturados para ser degustados por quienes son auténticos devotos de esta comida como lo fueron, entre otros, Álvaro Cunqueiro, don Manuel Fraga o Camilo José Cela. Ciertamente, la lamprea genera filias y fobias a la hora de escogerla como una comida especial. Su sabor intenso y saber que se cocina en su propia sangre. Así como su aspecto generan cierto rechazo, en fin, lo mejor es probarla para salir de dudas. Yo soy de los afortunados a los que les gusta la lamprea y he podido saborearla estos días gracias a buenos amigos que la reservaron para mi estancia en Galicia. Pero mira tú por dónde que, recordando los orígenes de este manjar y su modo de alimentarse, no puedo por menos de pensar en las lampreas humanas que campan sobre la faz de la tierra. No son pocas las personas que, como la lamprea, se cuecen cada día en su propia sangre. También abundan las lampreas humanas que, como las del río, se alimentan a base de chuparle la sangre a los demás. Seguro que ya estamos visualizando a algún político, algún dirigente mundial o algún conocido más cercano. Más allá de la miserable normalización en la que nos movemos, justificándonos con expresiones como «ya aburren con tanta noticia de guerra», «cambia de canal que son unos pesados» y un largo etc. Nos guste o no, Ucrania y Gaza, Siria, Yemen, Afganistán, el Congo, Nigeria, el Sahel, Somalia, Armenia y Azerbaiyán, entre otros, tienen complicado, a pesar de tener mandíbulas, el abrirlas y cerrarlas para poder comer. Así mismo y seguramente, en entornos más cercanos podemos encontrarnos con situaciones donde el arte de chupar la sangre al prójimo se da con relativa frecuencia y facilidad. Lástima que la lamprea de río solo se pesca de enero a mayo, mientras que la lamprea humana abunda todo el año y cada vez más. En los lugares más insospechados y en los ámbitos más variados te la encuentras y puede resultar mucho más desagradable e inquietante de lo que pueda parecer a pesar de no resultar tan desagradable a primera vista como lo es la de río. Sin ir más lejos, me cuentan de cómo en alguna residencia de ancianos se escatima en la comida de los que allí viven para alcanzar los objetivos a final de mes, ¡manda lampreas! Pero bueno, tampoco se quedan atrás quienes viven chupándole la sangre a los pobres y se venden como solidarios y altruistas. Eso sí es rizar el rizo, el gran negocio de la explotación humana en todas sus variables y llevada al extremo chupándole la sangre a quienes no pueden ni comerse los mocos y la única tierra que poseen es la que llevan bajo las uñas. Por mucho que uno quiera ponerse en modo positivo, las lampreas lo ponen todo muy difícil y parece que nadie está dispuesto a poner orden y concierto, ¿no saben, no quieren o son también lampreas encubiertas?
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