Nunca es un plato de gusto verse retenido en el coche por una protesta, pero en el caso de los tractores la gran mayoría de salmantinos han sabido entender que los hombres del campo no tienen otra forma de hacerse oír ante los poderosos del Gobierno y de Unión Europea que les están haciendo la vida imposible.
Publicidad
Si los agricultores y ganaderos de Salamanca, de Castilla y León, de toda España y de media Europa no se hubieran lanzado a la calle con sus tractores, ni en Madrid ni en Bruselas se hubieran tomado la molestia de escuchar sus reivindicaciones. Las concentraciones, los cortes de carreteras y autovías y la marcha lenta por la capital han causado molestias a muchos ciudadanos, pero debemos aceptarlas como nuestra contribución a la lucha del campo por la supervivencia.
Hoy continuarán las protestas en Salamanca porque no hay otra forma de conseguir que los mandatarios de la política agraria común abran los ojos a la realidad de un mundo que se muere, o mejor dicho, que lo están matando con sus leyes de presunto cariz ecologista radical. Una normativa incomprensible y enrevesada que pretende convertir el campo en selva, los pueblos en eriales y la alimentación de los ciudadanos en un sector dependiente de otros países donde no se exigen las inflexibles condiciones aplicadas en Europa.
La de los tractores es la lucha de la cruda realidad de los productores contra el sueño mortuorio de los 'pijiverdes', que han impuesto una ilusoria Agenda 2030 y una PAC ecolojeta con las que resulta imposible seguir viviendo del cultivo de las tierras y de la crianza del ganado.
Una buena parte del futuro de Salamanca se juega hoy en las calles y carreteras, a lomos de los tractores, porque si la protesta fracasa y tanto el Gobierno como la Unión Europea no se avienen a cambiar las irracionales normas de producción, esta provincia se sumirá en el declive poblacional y económico.
Publicidad
Los agricultores y ganaderos que se han concentrado en los dos últimos días han visto cómo el Ejecutivo de Pedro Sánchez ha pasado de la comprensión a la mano dura en solo veinticuatro horas. Ayer las fuerzas del orden siguieron las instrucciones del ministro Marlaska para enfrentarse a los manifestantes e impedirles entrar en las ciudades, como si no tuvieran derecho a protestar. Parece que en España solo tienen bula para tomar las calles los proetarras que organizan homenajes a los asesinos y los golpistas que toman aeropuertos y atentan contra los policías. Para todos ellos tiene el Gobierno sanchista atención, preocupación y vía libre, incluso la amnistía si llega el caso. Pero para los agricultores y ganaderos, mano dura.
Sánchez no sale a la calle para que no le abucheen, pero alguien ha debido de hacerle ver la magnitud de las protestas de estos días y ayer se descolgó con una promesa de esas que lanza Su Sanchidad para quienes quieran creerle, que son cada día menos. Ahora dice que va a «fortalecer» la aplicación de la Ley de Cadena Alimentaria y a simplificar la PAC. La Ley ha demostrado ser un trasto inútil para conseguir precios justos para el campo, y la gestión de las ayudas de la PAC no es ni de lejos la solución: hay que plantear una nueva Política Agraria Común que se dirija a apoyar a los agricultores y ganaderos, y a aumentar y mejorar la producción, en lugar de machacarles como hace la actual. Lo mismo cabe decir de la retirada del plan para reducir los pesticidas: es solo un parche en las ruedas de los tractores que se deshinchan por cientos de pinchazos.
Publicidad
No es un plato de gusto aguantar tras los tractores, pero con el corazón estamos subidos en ellos.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión