DE CALLE

Robles o juncos

La ministra dijo hace ahora un año que el Estado no podía darle la llave de la caja a Cataluña. Ahora calla porque le conviene

Margarita Robles no hace justicia a su apellido. La ministra de Defensa ha demostrado que se parece más a un junco que un roble. Mientras el junco se dobla hacia donde sopla el viento, el roble permanece impasible, bien agarrado a sus raíces. Margarita dejó de ser un árbol firme en sus convicciones cuando decidió plegarse a los deseos de Pedro Sánchez. Abandonó sus ideas para servir a su señor. Como el resto de miembros del gobierno sanchista, se rasga las vestiduras ante los múltiples escándalos que rodean a Sánchez, pero no por eso abandona la nave, sino que se amarra con más fuerza al destino de un capitán dispuesto a hundir España para permanecer un día más al timón.

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La ministra estuvo el jueves pasado en Salamanca para reconocer el trabajo de un grupo de militares del regimiento de ingenieros durante la DANA, y de paso soltar el mensaje fabricado en los sótanos de la Moncloa para esquivar los casos de corrupción que corroen al PSOE y al gobierno. Pidió ser implacable contra la corrupción, mientras el gobierno no se da por aludido, y dejar trabajar a los jueces y a la UCO, mientras el partido y el ejecutivo sanchista persiguen a los jueces que investigan al entorno más cercano del presidente, y mientras su colega Marlaska intenta desmantelar la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil. Y remató asegurando que no teme nuevos casos.

Pues el caso más sangrante de corrupción sanchista lo tiene la ministra ya encima de la mesa. Mañana mismo se consumará la cesión del IRPF a Cataluña, el mayor atentado contra la igualdad y la solidaridad entre españoles perpetrado en siete insufribles años de sanchismo. Es el más grave, aunque hay donde elegir, porque este sí que afecta directamente a nuestros bolsillos, a nuestros servicios esenciales, a nuestro desarrollo y nuestro futuro. A partir de 2026, cuando la hacienda catalana recaude el cien por cien del impuesto, los catalanes serán más ricos y los castellanos y leoneses seremos más pobres.

Puigdemont, Junqueras y su tropa de golpistas no quieren el IRPF para trabajar más, para tener más responsabilidad ni para gestionar mejor: lo quieren para quedarse con miles de millones de euros de todos los españoles. Quieren un sistema bilateral como el del País Vasco o Navarra, igual de injusto e insolidario, solo que este además es inconstitucional.

Los varones del PSOE han protestado como de costumbre, con la boca pequeña. Solo García-Page se ha permitido el lujo de llamar a las cosas por su nombre, cuando ha dicho que la corrupción trae más cesiones, más negocio para los socios y más chantaje político. Como Sánchez tiene a su Dóberman Cerdán en la cárcel, por ahora le consienten y ya le ajustarán las cuentas más adelante.

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Feijóo, que desde hace unos días se ha puesto el traje de camuflaje y la cinta en el pelo al estilo Rambo, ha prometido que revisará el acuerdo del IRPF para Cataluña cuando llegue a la presidencia, para acordar un sistema de financiación con todas las comunidades. Como debe ser. Solo le ha faltado comprometerse a revisar los cupos vasco y navarro, que tal y como están ahora funcionan como una máquina de robar al resto de autonomías.

Mañueco, por su parte, amenaza con acudir al tribunal constitucional o a la justicia ordinaria contra el atraco que el cupo catalán supondrá para los castellanos y leoneses. Lo del TC ya puede dejarlo a un lado, porque mientras esté Conde-Pumpido al frente, cualquier recurso está condenado al fracaso.

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Robles decía hace poco más de un año que el Estado no puede darle la llave de la caja a Cataluña, en referencia al cupo catalán. Ahora calla, porque le conviene. Sí que va a ser un poco «pájara»esta ministra, como diría el «puto amo» Sánchez.

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