Mientras escapa de la corrupción que ya le llega al cuello, Sánchez no se cansa de presumir de cifras macroeconómicas que relucen en los titulares: ... el PIB crece, el empleo aumenta y España va como una moto. Sin embargo, esa prosperidad no llega a los hogares, sino al contrario: lo que se ha extendido desde la llegada del Frankenstein al poder no es la riqueza ni el avance de las clases bajas y medias, sino la indigencia general.
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Más del 25 % de los españoles vive en riesgo de pobreza o exclusión social. Son 12,5 millones de compatriotas, 2,5 millones más que en 2018. Mientras los gurús económicos del Gobierno alardean de éxito, cada vez son más quienes hacen cola para comer y necesitan ayuda para pagar las facturas.
Sucede que el coste de la vida se ha disparado en los últimos años. Los precios de la energía, los alimentos, el transporte y el ocio dejan tiritando el presupuesto de las familias. Nadie niega que haya crecimiento en el corto plazo, pero este crecimiento es muy frágil y sostenido artificialmente, a base de gasto, déficit, deuda y una acumulación de población que hace que crezca el PIB sin que suba la renta per cápita, que se mantiene un 30 % por debajo de la media de la zona euro. El empleo crece, pero es precario y muchas veces a tiempo parcial, la vivienda, tanto en alquiler como en compra, se ha convertido en un lujo, mientras la oferta pública de pisos asequibles sigue siendo insignificante. En Salamanca, lo poco que se construye corre a cargo de la Junta o de los ayuntamientos, porque de las 184.000 viviendas que prometió Sánchez por aquí no hemos visto ninguna, ni en proyecto.
A esto se suman las cien subidas de impuestos decretadas por el Ejecutivo que golpean con fuerza a todos los contribuyentes, incluidos quienes menos tienen. La consecuencia es que el crecimiento económico no existe para millones de españoles, es un espejismo que oculta el avance imparable de la miseria.
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En Salamanca, la situación refleja este patrón. El número de personas que viven en la calle se dispara año tras año. Cáritas ha atendido en lo que va de 2025 a más sintecho que en todo 2024, según los datos presentados esta semana. Han sido 728 indigentes atendidos frente a 681 a lo largo de todo el año pasado. Y no son 'los de siempre', no son personas habituadas a mendigar, sino vecinos que vivían con cierta decencia hasta hace muy poco: en nueve meses han sido 233 los habitantes de la provincia que han acudido a Cáritas por primera vez. La mayoría son hombres, de entre 30 y 59 años, y cerca del 44 % son españoles.
La situación en Salamanca se corresponde con la tendencia nacional: la pobreza y la exclusión no son fenómenos aislados, sino la consecuencia de decisiones políticas que pretenden mantener a los ciudadanos subsidiados, dependientes de la 'paguita' que con el dinero de todos les ofrece el Gobierno.
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Las políticas económicas del sanchismo no han logrado corregir la desigualdad ni proteger a los más vulnerables, solo han conseguido que muchos más necesiten de las ayudas públicas y de la atención de entidades sociales como Cáritas.
Mientras el equipo de la ministra Calviño se recrea en cifras macroeconómicas y esgrime las bondades del crecimiento del PIB, España es el cuarto país de la Unión Europa con más pobres, solo superado por Bulgaria, Rumanía y Grecia.
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La mayoría de españoles se ha empobrecido con Sánchez mientras los más arrimados a La Moncloa, desde la familia a los exsecretarios de Organización del PSOE, pasando por los asesores y conseguidores, fontaneros y fontaneras, están haciendo el agosto.