Al rey Felipe VI no se le pueden negar la valentía y la oportunidad. Su discurso del 3 de octubre de 2017 continúa siendo una referencia para los que amamos España y por eso le odian con tanta fuerza los golpistas y separatistas, que ven en la Monarquía la gran institución que se opone a su proyecto de destruir la nación y la democracia. Su discurso de ayer miércoles en la entrega de despachos a la LXXII promoción de jueces no incluye los tintes dramáticos de aquella apelación urgente a contener a los rebeldes catalanes, pero también se produce en un momento trascendental para la democracia cuando un delincuente prófugo y antiespañol es quien manda en España. Aquel 3-O el monarca sacó de su sopor a Mariano Rajoy para que ese enfrentara a los rebeldes y acabara aplicando el artículo 155, pero ahora, ay, el Gobierno de Sánchez no solo no se enfrenta a los separatistas sino que los tiene por aliados y se prepara para amnistiar los delitos ante los que se plantó el rey.
Publicidad
Aun así, Felipe VI volvió a poner ayer el dedo en la llaga con una defensa a ultranza de la independencia de los jueces, amenazados y vilipendiados ahora no solo por los golpistas, sino por los ministros del Ejecutivo sanchista, lo cual es mucho más grave. «El Poder Judicial es pieza clave en la arquitectura institucional diseñada por los constituyentes, sabedores de que la función de juzgar y ejecutar lo juzgado -atribuida en exclusiva a un poder del Estado independiente y plenamente separado de los demás poderes- el respeto a las resoluciones dictadas por los órganos judiciales y la igualdad de todos ante la ley son condiciones indispensables en una democracia». El monarca señaló así a todos esos principios conculcados o en peligro con este Gobierno.
Todo esto lo dijo el rey delante de Félix Bolaños, el ministro plenipotenciario del mastodóntico Ejecutivo sanchista-comunista, y en ausencia del presidente de la Generalidad y el alcalde de Barcelona, los socios de Sánchez siempre fieles a su trayectoria de desprecio a todo lo que huela a España. Tuvo además el rey el detalle de recordar y expresar su solidaridad con las familias de los guardias civiles asesinados en Barbate, los héroes de la lucha contra el narcotráfico a quienes el Partido de los Socialistas de Cataluña les negó un minuto de silencio en el Parlamento catalán.
Bolaños, por cierto, estuvo tenso y malencarado durante el discurso, porque los ministros de Sánchez son muy suyos y quien no comulgue con sus ruedas de molino está muy mal visto. Porque a este Ejecutivo le va la gresca. Ahí tenemos Óscar Puente insultando a Castilla y León, comunidad a la que calificó como «un geriátrico a cielo abierto», una imagen demoledora que no invita a pensar que el titular de Transportes vaya a hacer nada por recuperar la vida en esta tierra. ¿Para qué más trenes, más Alvias de Salamanca a Madrid, si no merecemos salir del geriátrico?
El presidente de la Junta no pudo menos que mandarle una carta a Sánchez para pedirle que le ponga un bozal al dóberman del PSOE, pero no parece posible que el del Falcon vaya a reprender a su mamporrero favorito. Lo más gracioso del escrito de Alfonso Fernández Mañueco es que pide al presidente del Gobierno que le llame la atención a Puente «para garantizar el respeto que merecen los ciudadanos de Castilla y León, así como la cordialidad institucional». No sé cómo lo verá Mañueco, pero a este Ejecutivo que no respeta ni al rey, ni la Constitución, ni a los jueces, ni a las fuerzas del orden, pedirle «cordialidad institucional» parece algo de ilusos. Sánchez no se acordará de esta tierra hasta que no se jubile. Por aquello de que somos un geriátrico.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión