Fernández Mañueco ya ha recibido la respuesta oficial a su carta a Sánchez quejándose de los insultos de Puente a Castilla y León, a la que llamó «geriátrico a cielo abierto». La contestación se la proporcionó el propio ministro de Transportes con un tuit en el que insultaba a la consejera de Movilidad de la Junta de Castilla y León, María González Corral. El exalcalde vallisoletano demostró una vez más su grosería y su condición de mamporrero del Gobierno con una frase para la historia de la elegancia en política: «¿Queréis ver la cara de una sinvergüenza? Ahí la tenéis», decía en un tuit junto a la foto de la consejera.
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Todo a cuenta de que González Corral le había reclamado ayuda para arreglar la estación de autobuses de Valladolid. Un ejemplo más del desprecio con los que el Ejecutivo socialcomunista trata a Castilla y León y a sus representantes.
Pedir elegancia a Puente es como pedir buenas formas a Ilia Topuria. En su condición de ministro, debería observar un mínimo respeto con las autoridades de 'su' tierra, pero se ve que su naturaleza camorrista se lo impide. El ministro constituye un modelo de comportamiento entre los dirigentes socialistas y mientras más mala leche demuestra, más le aplauden sus correligionarios. La primera respuesta a Mañueco se la dedicó en un tuit en el que se cachondeaba de su petición de un correctivo por parte de Sánchez, y la contestación definitiva la ha convertido en un eructo sobre la consejera.
Este señor se ha convertido en portavoz para todo del equipo gubernamental y en su verborrea se mete en todos los charcos, siempre con la misma oportunidad y elegancia. El mismo viernes defendía la amnistía a los golpistas, malversadores y presuntos terroristas catalanes «para ahorrar trabajo a los jueces», porque al fin y al cabo, a todos los va a amnistiar o indultar su amado Sánchez.
Es sin duda un disparate, pero dado el carácter cada día más autócrata de este Gobierno, habrá que darle la razón: no importa lo que digan la Constitución, el Código Penal y las sentencias de los jueces, porque aquí la Justicia la imparte el inquilino de la Moncloa y ninguno de sus compinches pisará la prisión mientras le mantengan con sus votos.
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Ese temperamento barriobajero y chulesco es marca de la casa en el gabinete sanchista y contagia incluso a los que se supone más educados y exquisitos. Es el caso del ministro de Agricultura, que no contento con ocuparse de sus gravísimos problemas en el campo, saca tiempo para vituperar a los camioneros. «El otro día vimos ese espectáculo absolutamente friki de la asamblea del Metropolitano, con gente chillando e insultando a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado y diciendo tonterías», afirmó rotundo Luis Planas, refiriéndose a la concentración de transportistas. Las reivindicaciones de un sector hundido por los altos precios del combustible le parecen tonterías a Planas. Así, mientras el ministro de Transportes sacude a los jueces, el de Agricultura atiza a los transportistas.
Se ve que al ministro no le gustan las protestas motorizadas, sean con tractor o con camión. El jueves pasado se reunió con las organizaciones agrarias y les regaló una migajas por compasión, algunas mejoras a modo de maquillaje, pensando que los agricultores y ganaderos dejarían de protestar contra el desastre de la PAC, agravado por el desastre de la aplicación de la PAC establecida por su Ministerio. Pero, por lo visto al día siguiente en Lumbrales y en la autovía cerca de Peñaranda, son muchos los que no se han dejado engañar. Insultar y torear al personal tiene eso: que el cabreo no cesa sino que se extiende.
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