Sin cuentas no hay paraíso

Sánchez dice que se puede gobernar sin presupuestos, pero lo cierto es que tiene al país paralizado cuando más se necesita una reactivación

Jueves, 2 de octubre 2025, 06:00

Siempre me ha corroído la duda de si sería bueno o sería malo que Pedro Sánchez pudiera contar con nuevos presupuestos. Por un lado, habrá proyectos paralizados por la inacción del Gobierno, pero por otro, siempre he pensado que con su capacidad para hacer el mal, casi era preferible tenerle maniatado como está ahora a ver cómo da rienda suelta a sus políticas de gasto desaforado, de favores a los impresentables compañeros de coalición y compra de votos de jóvenes y jubilados.

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Esa opinión valía para lapso de un año o dos, pero cuando ya estamos en los tres años de ayuno presupuestario, con los ministerios trabajando con las previsiones económicas realizadas en 2022, en aquellos tiempos de cuando no había guerras ni comerciales ni de las de tiros… el asunto se torna preocupante.

El plazo constitucional para que el Gobierno presentara los Presupuestos del Estado para 2026 expiró ayer miércoles. Sánchez se ha saltado a la torera la Constitución en 2023, en 2024 y vuelve a repetir la omisión en 2025. No estamos ante una anécdota técnica, sino ante la confirmación de una legislatura fallida, en la que los socios de coalición ocupan el poder, pero no gobiernan. Como señalé antes: no es necesariamente malo, pero ya comienza a ser preocupante.

La consecuencia inmediata es que España iniciará 2026 con los mismos Presupuestos prorrogados de 2023. Unos números caducados, incapaces de reflejar la realidad económica y social, que se convierten en la herramienta de un Ejecutivo que sobrevive con respiración asistida. España es el único país de la Unión Europea sin plan presupuestario. Una vergüenza más.

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, asegura que el borrador de presupuestos está «en la recta final». Pero esa recta parece más bien una rotonda sin salida. Las negociaciones con Junts, Esquerra, Bildu y Sumar se han convertido en un sudoku imposible, donde cada pieza exige su precio y ninguna encaja en el puzle de la estabilidad. El resultado es un Gobierno paralizado, sin capacidad de legislar ni de presupuestar, que se mantiene en pie por el arte de la supervivencia política y la alquimia parlamentaria.

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Mientras, Moncloa se vuelca en gestos internacionales como su reciente cruzada proHamás en Gaza o el embargo de armas a Israel, la gestión de las cosas de casa, las necesidades de los españoles, quedan aparcadas. No hay techo de gasto, no hay senda fiscal, no hay proyecto económico. Hay, eso sí, muchas fotos en cumbres internacionales y declaraciones altisonantes sobre la paz mundial. Eso a Pedro le encanta.

En Salamanca lo sabemos bien: las grandes obras del Estado, tantas veces prometidas, siguen aparcadas en los cajones ministeriales. Carreteras inacabadas, infraestructuras aplazadas, inversiones recortadas. No se ejecuta porque no se presupuesta, y no se presupuesta porque el Gobierno ha hecho del vacío su método de trabajo. El mismo Sánchez que exigía convocatoria de elecciones a Rajoy si no conseguía aprobar sus cuentas anuales, dice ahora que no importa, que se gobierna estupendamente con presupuestos prorrogados. Pero ya estamos acostumbrados a estos cambios radicales de opinión del inquilino de La Moncloa

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Mientras tanto Alberto Núñez Feijóo sigue a lo suyo, empeñado en reclamar en vano elecciones anticipadas por la parálisis gubernamental y por la larga lista de casos de corrupción cuyo cerco se estrecha sobre el presidente. Si piensa que Sánchez va a acudir a las urnas para perder, lo tiene crudo.

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