Tras el incomprensible e injustificado ataque de Santiago Abascal a la Universidad de Salamanca, el vicepresidente de la Junta de Vox aclaró ayer que las declaraciones de su amado líder en Estados Unidos «se han sacado de contexto», que es lo que se suele decir cuando no hay forma de justificar una metedura de pata de calibre mayúsculo.
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Para completar esa defensa incómoda y un tanto tímida del discurso de su presidente, Juan García-Gallardo invita a los salmantinos a escuchar la alocución entera, un texto que considera «memorable», una intervención «como se han oído pocas a políticos españoles en Estados Unidos». Yo no se lo recomiendo a nadie que carezca de estabilidad psicológica o de una resistencia comprobada al populismo más rancio, pero en lo que sí acierta el vicepresidente es cuando destaca la originalidad de Abascal: los norteamericanos no habían tenido oportunidad de escuchar una semejante sarta de sandeces de boca de un español.
Vamos entonces a las palabras literales del líder de los verdes, que no dejan lugar a las dudas. «Las antiguas universidades como la de Salamanca, la de Bolonia o la de Harvard, diseñadas para agrandar la cultura, han sido convertidas hoy en máquinas de censura, de coacción, de adoctrinamiento y de antisemitismo… y no queremos comisarios perturbados que inventen géneros y perviertan la inocencia de nuestros menores o que reescriben la historia o que promuevan ideologías criminales», aseguró Abascal ante su idolatrado Donald Trump y el resto de la derecha yanqui.
No parece que el contexto pueda salvar el alcance del furibundo ataque al Estudio salmantino. A no ser que el contexto, en lugar de la cumbre de la Unión Conservadora Estadounidense, hubiera sido el festival de las chirigotas de Cádiz o un monólogo de Leo Harlem.
Aun así, hay que reconocer a Gallardo su mesurada intervención en esta polémica, alejada de sus habituales y estridentes salidas de pata de banco. Al contrario que el presidente de Vox Salamanca, Carlos Menéndez, encantado de apoyar y suscribir los insultos de Abascal a la Universidad charra, el vicepresidente de la Junta resaltó el prestigio de la institución logrado a través de sus ocho siglos de vida, con el único «pero» de la «impertinente» concesión de la Medalla de Honor al presidente colombiano Gustavo Petro, «una persona vinculada con el terrorismo», en palabras de Gallardo.
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Seguramente no ha sido el galardón más afortunado entre los concedidos en los últimos años por la Universidad, pero de ahí a inferir que el Estudio es un nido de comunistas, feminazis y ecolojetas, va el mismo trecho que separa la crítica y la discrepancia de la persecución y el fusilamiento.
El rector, el alcalde de la capital, el presidente de la Junta, el director del Instituto Cervantes y hasta la ministra de Universidades han contestado con acierto las infamias de Abascal. Especialmente oportuno estuvo Luis García Montero, responsable del Cervantes, cuando le afeó al de Vox «porque algunos que van de patriotas solo saben ensuciar la imagen de nuestra nación».
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Lo del líder de los verdes parece una sobreexcitación producto del fracaso en Galicia. Como diría el regidor Carbayo, «es una manera lamentable de buscar salir en los medios». Necesita focos y si hay que golpear la pelota con la cola como las focas, pues se golpea. Eso sí, mal favor le hace a sus correligionarios en Salamanca. Si quieren que nadie les vote en el futuro solo tienen que continuar por ese camino y decir que el jamón de Guijuelo es una birria incomestible y la Plaza Mayor la más fea del mundo. Foco asegurado.
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