CUADERNO DE DUDAS

Los perros no son hijos

Martes, 8 de julio 2025, 05:30

Ha empezado mucha gente a confundir a sus mascotas con bebés. Les da pereza y angustia tener hijos por las responsabilidades que contrae el hecho biológico que nos permite propagar la especie, pero no tienen inconveniente en comprar uno o varios perros por si se aburren. Y en algún momento de la crianza, comienzan a liarse y a tratar a sus perros como niños pequeños.

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En consecuencia, se aplican a la tarea de criar y educar a sus perros como si fueran auténticos hijos. Y se entregan mucho en el proceso de irlos domesticando, se excitan ante sus progresos, les hablan con diminutivos y palabras cariñosas, los llevan al veterinario como si acudiesen al pediatra, cuidan de no saltarse las pertinentes vacunas, los bañan, los visten, y hasta los pasean por las calles en carritos de bebé. No he visto cómo los tratan en sus casas pero lo mismo hasta les leen cuentos en verso de Gloria Fuertes e intentan enseñarles la tabla de multiplicar. Hace unos días en uno de esos suplementos dominicales de un prestigioso periódico nacional, se incluía un artículo del que no me atreví a leer más que el titular y donde se hablaba de las mascotas con el término de «perrhijos».

Estamos llegando a un nivel de estupidez máxima. Y no me extrañaría que esta tendencia provenga de un muy mal entendido concepto de lo que conocemos como maltrato animal.

A uno lo que le está pareciendo esta perversa moda tan moderna y civilizada es que precisamente el hecho de confundir el trato a los perros con el de los hijos es el signo más evidente de que incurrimos en maltrato animal. Incluso en maltrato humano rebajando a los niños en la comparativa a la pura irracionalidad cuando decimos tan tranquilamente y con semblante melodramático que Coco, Thor, Max o Luna son uno más de la familia.

Ay si los perros pudieran hablar. Sospecho que lo primero que dirían a sus dueños es que ni se les ocurra ponerles un jersey y unos pantalones para sacarlos a pasear y mucho menos subirlos a un carrito de bebés para pasearlos por el centro de la ciudad. A algunos de estos chuchos se les percibe en la mirada el resentimiento hacia esos dueños cursis y ridículos que les han tocado. Si yo fuera uno de esos perros, me pondría a aullar cada madrugada, morder todos los muebles y orinarme por todas las esquinas de la casa. A ver si así aprendieran a distinguir.

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