Fotografías de Gaza

Martes, 29 de julio 2025, 05:30

Obviando por saturación y aburrimiento las cotidianas miserias de la política doméstica española, a uno le gustaría escribir del atrevido y radiante fútbol de las muchachas de la selección de fútbol española, o del maravilloso documental sobre el gran Billy Joel recién estrenado en HBO, o de las juguetonas cámaras de Coldplay en busca de infieles que llevar de las orejas al confesionario, o de la enésima vez que uno cae rendido revisionando Breaking Bad, ante el colosal talento de sus creadores, pero resulta que siguen llegando a diario fotografías de Gaza que convierten en intrascendente y banal cualquier otro asunto que no sea gritar ante la página en blanco por lo que allí está sucediendo.

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Son fotografías que nos caen de improviso desde la portada de cualquier periódico, desde el testimonio clandestino de algún periodista que jugándose la vida consigue burlar las trincheras establecidas por el monstruo, o desde cualquier cámara de televisión que consiguió instalarse de pronto y contra todo pronóstico en el mismo infierno con desacostumbrada libertad para dar fe. Fotografías de niños hambrientos llorando. Vídeos de hombres y mujeres gritando desesperados y pidiendo clemencia ante el castigo del hambre y el hombre inhumano que desde Israel ordena el disparo indiscriminado, el bloqueo de la ayuda humanitaria, la bomba a traición que cae en pleno hospital o destripa una escuela, la destrucción y la aniquilación de gente inocente e indefensa, el horror más indescriptible y traumático.

Probablemente no contemplábamos imágenes más escalofriantes y terribles desde esas instantáneas de los campos de concentración nazis, imágenes que nunca pensamos que podrían volver a repetirse en pleno siglo XXI, una vez que creíamos tener instalada en el chip de la conciencia humana, la memoria y la determinación de lo que nunca podría volver a repetirse y los mecanismos de diplomacia internacional para detener el gen de los salvajes.

Pero en efecto, ahí estamos y hay quien lo disculpa y quien mira silbando para otro lado, pensando quizás en que la historia no nos atañe a nosotros, que no nos mancha, que no nos coloca a la altura de las más nauseabundas cloacas de la historia.

«Solo le pido a Dios que el dolor no me sea indiferente / que la reseca muerte no me encuentre / vacía y sola sin haber hecho lo suficiente» escribió en su día el cantautor argentino León Gieco y entona estos días la maravillosa voz de Ana Belén, de gira por toda España. Ojalá que así fuera.

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