Me preocupan cosas como, por ejemplo, el estrepitoso fracaso de la OPA del BBVA sobre el Banco de Sabadell, un enorme revolcón para el gigante ... financiero que preside el salmantino Carlos Torres. Me preocupa, lo que más, que la mentira haya adquirido carta de naturaleza en el día a día de España y no pase nada, ¡nada!, hasta el punto de que Pedro Sánchez y sus mariachis la han convertido en moneda de curso legal, pero sin ningún valor ni penal ni moral. Me preocupa, claro, España, incapaz de ver el negro futuro al que se asoma, aunque ya bien anunciado por Francia, Bélgica o Reino Unido: ni funciona el Estado del bienestar, ni funciona el multiculturalismo, ni funcionan las políticas económicas, industriales y medioambientales disruptivas, todo un tiro en el pie -y diría que en la cabeza- de una Europa que tampoco funciona. Me preocupa ser parte de una sociedad sin criterio y teledirigida por un puñado de mediocres. La Educación -desde las primeras etapas- brilla por su ausencia y la imagen y la imbecilidad se han hecho con todo el espacio intelectual; no hay ya un solo resquicio para la reflexión, la creatividad, la respuesta y el pensamiento. Lo que queda es excepción y vive escondida, al margen. Nuestra sociedad no crea sólo bestias, crea exiliados pendientes de la mirilla. Me preocupa que todo sea imagen y ahora bien salpimentada con Inteligencia Artificial. Nadie sabe nada, todo se consulta con la IA, y hasta «Google» me parece enternecedor en comparación con lo que se nos viene encima, un inframundo entre los argumentos de «Morir todavía» y «El sexto sentido». Empezamos a no saber quiénes somos, como lo demuestra el hecho de que la gente se manifieste contra la guerra de Gaza cuando la guerra de Gaza, felizmente, ya ha terminado.
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Me preocupa, me preocupa mucho que no distingamos la Ciencia de un vendedor de crecepelo en el salvaje Oeste, o que reduzcamos la literatura a Bob Dylan, uno de Minnesota que pasaba por allí, o más terrible aún, a Juan del Val, último galardonado con esa impostura llamada Premio Planeta, reservado para amigos y rostros televisivos, no para Miguel Delibes, que en 1994 denunció sobre el famoso galardón que «me han invitado a concursar varias veces, pero yo siempre he declinado. Por supuesto, siempre me han garantizado el premio» (diario «El País», 18 de octubre de 1994). Me preocupa que un dios de la Literatura como Delibes denunciara aquello y el prestigio del mayor premio literario de España no saltara por los aires. Vamos por Juan del Val. Juan who? Preocupante.