España es hoy un país en estampida sobre un lienzo de aparente normalidad y salpicado de botellines de cerveza que la gente toma para olvidar y rendir pleitesía a un «carpe diem» de bazar chino. España ha renunciado a ser España, empeñada en borrar su memoria y vagando en un líquido amniótico infectado de pobreza, malas caras y resignación. First Spanish lesson: «Una cerveza, por favor».
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El momento no pinta nada bien en nuestro particular descenso a los infiernos, con un PSOE totalmente enloquecido y acabado, y un PP que ha vuelto a lucir sus camisas Oxford y sus mechas rubias para sacar a escena sus coros y danzas -y de paso a Rajoy-, anunciando que están preparados para recoger los platos rotos del «sanchismo» (puto «sanchismo» para ser más exactos). Como siempre, pretenden ganar esperando ver el cadáver de su enemigo pasar mientras propagan un mensaje de «centralidad» (¿centraqué?), mundo imaginario en el que se empeña en vivir Feijóo en el país de las maravillas.
Si nunca lo fue, ahora desde luego no es el momento de andar con trapos calientes, y por muy gallega que sea la cúpula del PP, sirve cualquier cosa menos templar gaitas. La España que huye necesita un golpe en la mesa con ideas, verdades y decisiones como programa, por muy duro política y socialmente que resulte. Un país devastado por la mentira y la impudicia socialistas no puede esperar ahora un simple cambio de vestuario con unos personajes que se empeñan una y otra vez en ser rehenes de sus complejos.
Posiblemente estemos ante el mayor cambio de ciclo desde la Transición, y el PP debe ser consciente de ello, es su obligación. Si ganamos el momento, saldremos adelante y volveremos a la senda del progreso real; pero si lo perdemos, será el fin, Saturno Sánchez devorando a su hijo, el cuadro de Goya hecho país. España es ahora mismo una «hermosura harapienta», rotunda descripción de Octavio Paz que extraigo de «El laberinto de la soledad». Hermosura harapienta, qué torpedo poético, pero qué miedo.
Así pues, Feijóo no debe pensar tanto en su «centralidad» (¿centraqué?) y en retorcer el diccionario, debe pensar y creer en la derecha sin más (incluido Vox), en el liberalismo, en las urgentes reformas estructurales por hacer… y en barrer a todo palmero de su séquito, sin prisas pero sin pausas. Faltan equipos, no aduladores sin oficio ni beneficio, ¿o no hemos tenido bastante con el «sanchismo»?
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