Un año y un día es lo que ha transcurrido desde la enorme tragedia de Valencia. Parece que fue ayer y de hecho lo fue, ... pues todo continúa igual menos los muertos, que muertos siguen. Básicamente ahí están, como si nada hubiese pasado, Carlos Mazón y Pedro Sánchez, impertérritos ante sus responsabilidades.
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Las devastadoras riadas, como antes los atentados del 11M, la pandemia, o el más reciente apagón de abril o los incendios de este verano, nos dejaron una total sensación de abandono, de que el país, trufado de amiguetes al mando, no funciona, de que estamos solos, inmovilizados bajo la bota de la incompetencia y el saqueo. «Reza lo que sepas» es lo que parece ofrecernos por toda solución una clase política corrupta en lo moral y en lo profesional y, aún peor, liberada de sus obligaciones ante la sociedad y ante la Ley, haciendo además de la mentira continuada su verdad absoluta. Ahora mismo, España no hay por donde cogerla, y no es excusa que estemos dentro de un tsunami de decadencia occidental.
Un año y un día de que se desatara el infierno en la tierra valenciana y todo sigue igual: caos, desesperación, impotencia, mentiras, alumnos en barracones y un funeral laico (¿un funeral laico?, estúpido país de papanatas). Todo cuanto se les ha ocurrido ha sido organizar un funeral laico, pero blindado y silenciado contra los críticos y las protestas de una sociedad reventada; coros y danzas por toda acción política mientras las víctimas y el resto de los españoles, queremos saber.
España, con estos políticos de mierda y sus amiguetes disfrazados de «técnicos», ha tocado fondo. No se puede robar más, no se puede mentir más, no se puede ser más caradura. Hace un año y un día cientos de valencianos se ahogaban mientras Mazón acompañaba a una señora a su coche tras una larga comida. El presidente valenciano cantaba feliz bajo la lluvia y Sánchez con lo de si quieren ayuda, que la pidan. Este es el país que hemos hecho, que hemos votado, la incompetencia vestida de dictadura y muerte, como para que vengan ahora con un puto funeral laico, pues la culpa fue de Dios, claro. Y de Trump, y del cambio climático, y de los «chemtrails», y por supuesto de Franco. Y de los bomberos y de los miles de voluntarios que hace un año y un día se fueron a Valencia con una mano delante y otra detrás para suplir a estos canallas laicos.