MINUCIAS SALMANTINAS

Frente a la Casa de las Conchas

Carmen Polo reconoció a un policía de los que habían compuesto su escolta cuando vivió en el Palacio Episcopal

Martes, 5 de agosto 2025, 05:30

El frente de la Casa de las Conchas y más concretamente el tramo del portalón, ha sido mudo testigo de tres sucesos enternecedores.

Publicidad

Hacia 1913 entró a servir en el Asilo de san Rafael la jovencísima Eusebia Palomino Yenes, nacida en 1899 en Cantalpino, de padres pobres de solemnidad.

Cuando el 27/05/1917 la procesión de María Auxiliadora, pasa por delante de la Clerecía, entre la multitud en la escalinata tras la verja hay una joven salmantina que más tarde comentaría lo que la imagen le había dicho a su paso: «Tú serás mi hija». A partir de aquel momento y por indicación de una amiga, comenzó a frecuentar el Oratorio Festivo de las madres Salesianas de don Bosco, siendo acogida como ayudante de cocina en el Colegio donde la antigua Casa de Recogidas, en la Ronda de Sancti Spíritus.

Su vocación fue creciendo y en abril de 1921 al pasar por Salamanca la madre Enriqueta Sorbone, Vicaria General de la Congregación, le pidió permiso para hacerse Hija de María Auxiliadora.

A partir de 1933 empieza a sufrir diversas dolencias físicas como asma, fallos en el hígado, aparte de lesiones en el corazón, con lo que tras atroces sufrimientos llevados con entereza y resignación, hasta el punto de ser considerada mártir, fallece en la noche del 9 al 10/02/1935.

El papa Juan Pablo II la declaró Venerable el 17/12/1996 y la elevó a los altares como Beata el 25/04/2004. Su Memoria litúrgica se ha establecido el 9 de febrero.

Nace Tomás Bretón el día 29/12/1850 en el número 1 de la calle de la Alegría y, a los dos años huérfano, su madre se preocupa por darle una buena educación e incluso le matricula en la Escuela de san Eloy, dada su afición por la música.

El 29/11/1911, un periodista de El Adelanto publica un artículo en el que narra cómo la madre de Bretón busca un violín que merezca la pena para su hijo y lo encuentra, pero tras el regateo cuesta 30 reales, de los que carece. Se acuerda que tenía al lado la casa del señor X, donde siempre me reciben tan bien, con cuyo señor me crié en los mismos barrios, en la misma iglesia bautizados… y donde se portan tan bien con nosotros. ¿Qué le pediría yo al señor X para mi Tomasín que no me conceda?

Publicidad

El señor X era un modesto artesano, que a fuerza de rudo trabajo, llevaba una vida algo desahogada. Humilde industrial, sus características eran: la honradez, la laboriosidad y la bondad. No era nadie y sin embargo ¡para cuántos lo era todo!

El 02/03/1889 volvió triunfante Bretón a Salamanca y desde el coche en que recorría las calles con las autoridades vio a un viejecito que llorando aplaudía y el maestro hizo parar el carruaje y dirigiéndose a él, con grandes voces, le decía: «Señor X, señor X, un abrazo…» y apretó contra su pecho al pobre viejo, que emocionado lloraba lágrimas de alegría. El señor X… era mi padre.» Indagando quién era el periodista, sabemos que se trataba de José Sánchez Gómez «El Timbalero», en sus crónicas taurinas.

Publicidad

El 08/05/1954 por la tarde y en el Aula Magna del Colegio Imperial de la Compañía de Jesús, es proclamado Franco, Doctor Honoris Causa por la Facultad de Derecho Canónico de la Universidad Pontificia, en presencia del Nuncio Apostólico de Su Santidad, Hildebrando Antoniuti. Tras la imposición del Grado pronuncian discursos los obispos Pla y Deniel, ya Primado de Toledo y fray Francisco Barbado Viejo, obispo de la diócesis. En su discurso de investidura un Franco emocionado lloró en varias ocasiones.

Finalizado el acto, el coche que esperaba a Carmen Polo, se hallaba estacionado frente a la bajada de la escalera de la Clerecía y apenas había andado unos metros cuando mandó parar y se bajó del vehículo. Se acercó a un numeroso grupo de espectadores, frente a la puerta de la Casa de las Conchas y abriéndose paso, se dirigió a un hombre al que dio un apretado abrazo. Había reconocido a un policía de los que habían compuesto su escolta en el tiempo que vivió en el Palacio Episcopal al estallar la guerra y hasta que el Cuartel General del Generalísimo se trasladó a Burgos en el verano de 1937.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad