Cuando en el año 2016 el PSOE echó a Pedro Sánchez en aquel tortuoso comité federal, pocos imaginaron que podría volver a ser secretario general ... y después presidente del gobierno. Eso solo pasaba por la cabeza del propio Sánchez y para conseguirlo necesitaba kamikazes, que no tuvieran nada que perder y mucho que ganar. La flauta sonó y los cuatro del Peugeot, Sánchez, Cerdán, Ábalos y Koldo, consiguieron todo lo que su ambición desmedida les había hecho echarse a la carretera.
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Sánchez quería conseguir el poder a toda costa, para después mantenerlo al precio que fuera necesario. Ahí están los indultos, la amnistía, los pactos con Bildu, sus ataques a los jueces por investigar a su familia, su insistencia en seguir sin presupuestos y un largo etcétera. Da igual todo, porque su estancia en la Moncloa es el fin y lo demás es solo un medio para conseguirlo.
Santos Cerdán, según la UCO de la Guardia Civil, ya venía trincando de Navarra cuando se subió al Peugeot. Así que a bordo de aquel coche tenía la oportunidad perfecta de multiplicar sus mordidas. Y bingo. Le llegó la ocasión y pasó a tener, según los investigadores, tarjeta para gastos ilimitados, casa en Madrid y vía libre para que a Paqui, su mujer, la conocieran todas las vendedoras de El Corte Inglés. Y si había que hacerse una foto con Puigdemont, en plena fuga, ahí estaba Santos dispuesto a sonreír, en una imagen deleznable.
Ábalos, entre cigarro y cigarro, también tenía sus aspiraciones. Sabía que si Sánchez conseguía llegar al gobierno podría desatar sus aspiraciones económicas y disipar su vida personal. Y nada más llegar al partido y después al ministerio lo demostró. Ahí están los informes de la Guardia Civil que ponen, negro sobre blanco, todo el dinero gastado y todas las amigas que lo han disfrutado. Y si para eso, antes había que ser el abanderado contra la corrupción en la moción de censura contra Rajoy pues se hacía, sin ningún tipo de pudor.
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Koldo había sido portero de un club de alterne, escolta, chófer, guardián de los avales de Sánchez. Y cuando se subió a aquel coche ya conocía y se aprovechaba de los tejemanejes de Santos Cerdán. Así que por qué no intentar dar un salto a Madrid, para convertirse en el correveidile de la trama y repartir sobres a diestro y siniestro. Y si para eso había que, presuntamente, amañar concursos de mascarillas en plena pandemia, pues también se hacía.
Esas eran las aspiraciones de los de la «banda del Peugeot», mientras hacían kilómetros de carretera. Hoy sabemos que los cuatro tenían algo en común más allá de las siglas. Les unía también la ausencia de principios y la falta de escrúpulos para conseguir sus objetivos personales.