No sé por qué la expresión de la 'España vaciada' me trae a la pituitaria ese tufillo tan desagradable que huele a muerto. Es un hedor amargo que luego mi imaginación disipa por una faja anchísima de cielo y tierra donde los pasos de las gentes se ralentizan y arrastran con dificultad.
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Es extraño todo esto, cuando en la 'España vaciada' aire, lo que se dice aire, hay para respirar un rato. Pero tanta inmensidad de oxígeno parece que a los jóvenes no les acaba de convencer. La etiqueta de la 'España vaciada' es un sambenito que asusta e invita a la fuga. Lo mismo da en el pueblo chico que en la ciudad pequeña: el éxodo demográfico hacia las grandes urbes es una realidad incuestionable de difícil solución. Aunque consuela saber que en esta batalla contra la despoblación no estamos solos. Los países más desarrollados, dentro y fuera de Europa, se adolecen de lo mismo y todos andan con la quejumbre en la boca. Fuera de las grandes urbes, allá donde se ponga la oreja el silencio estalla en los oídos. Y no digamos en este oeste salmantino nuestro, donde en muchos municipios la vida diaria se ha convertido en una quietud, tan solitaria y callada, que mete miedo. Menos mal que el verano traerá a los de fuera a haraganear un poco. Todos vienen diciendo que necesitan limpiar los pulmones porque la gran ciudad les tiene «asfixiaos». Todos vienen a preguntar por qué se han cerrado tantos comercios y bares. Todos que cómo después de tanto tiempo aún permitimos tener estos cacharros de tren. ¡Ay, qué tiene el verano que siempre nos pone a revolotear en las narices a las mismas moscas cojoneras!
Pero no queda más remedio que seguir en la pelea. Continuar creyendo que 'el alma de nuestra tierra' es bastante más grande de lo que otros dicen y sí, con esfuerzo, mucho esfuerzo, puede llegar a sobrevivir dentro de esos redondelitos vacíos con los que se nos señala en los mapas. Precisamente, 'El alma de nuestra tierra' ha sido el lema de una semana cultural promovida por este periódico GACETA, en colaboración con otras instituciones, para abordar lo que somos y significamos en el turismo, en la tauromaquia, en el patrimonio, en el cine o en el idioma español. En torno a cada una de las mesas redondas se sentaron buena parte de nuestros talentos, además del representante institucional en la materia. Los unos dispuestos a lanzar el guante y los otros a recogerlo. Salamanca es un desafío al que hay que seguir dando empuje, confianza y viva voz. Estoy segura de que este es el 'mandao' que Santiago Juanes ha pedido a sus colegas antes de cerrar la puerta. ¡Feliz jubilación, amigo!
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