La verdad es que tras el acuerdo alcanzado ayer entre el PSOE y los de Puigdemont no queda salchichón para cortar. Me refiero a las declaraciones de Alfonso Guerra en las que comparaba todo el proceso de negociación con los independentistas con un salchichón al que se van cortando rodajitas para dárselas, hasta que llega un momento en el que ya no hay embutido porque se ha entregado todo.
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Después de lo sucedido en los últimos días, ya no sé qué más se puede conceder a los independentistas, salvo aceptar una declaración formal de independencia ya mismo. Han conseguido la amnistía para todo el proceso desde que lo comenzará Mas; sin embargo, con ser eso importante, me parece mucho más grave que el PSOE, y el que va a ser el presidente del Gobierno, si no surge alguna sorpresa, han comprado todo el relato y los argumentos de Puigdemont y compañía sobre lo que ha sucedido en los últimos años, lo que deja desarmado al Estado y a todos sus poderes. Por eso no es de extrañar que todas las organizaciones de jueces, incluidas las denominadas progresistas, hayan clamado contra el acuerdo de ayer. Me pregunto: visto lo visto, ¿cómo quedan todas las actuaciones judiciales de estos últimos años? ¿Qué pasará con ellas? Otro tanto se puede decir de las policiales.
Pero no se trata solo de la amnistía, del relato y todo el lío judicial del pasado, sino que también se refieren al que está por venir. Y se habla de la convocatoria del referéndum y de un relator internacional que vigile el cumplimento del acuerdo; es decir, que por la vía de los hechos se está casi reconociendo que Cataluña es un Estado independiente que necesita de un mediador para negociar con otro Estado independiente, que sería el resto de España. Luego está lo de los impuestos, que han llevado a la organización de inspectores del fisco a poner el grito en el cielo. Y, suma y sigue: lo de «rodalies» o las cercanías ferroviarias, aunque su cesión pueda ser un regalo envenenado. Y lo que vendrá en el futuro, porque nos encontramos ante un acuerdo político marco que debe ser completado siempre bajo la atenta mirada de ese relator o mediador internacional. Y, todo esto ¿para qué? Pues para que un personaje, de nombre Pedro Sánchez, siga durmiendo en el colchón del dormitorio principal de la Moncloa, gracias a los siete votos de la gente de Puigdemont en el Congreso, además de otros cuantos de diversos grupos minoritarios. Pero, en este contexto no hay que olvidar que el partido de Sánchez obtuvo en las últimas elecciones generales el apoyo de 7,5 millones de votantes, a pesar de que sabían ya lo que era capaz de hacer en relación con Cataluña y otros asuntos de Estado, si tenía necesidad para seguir gobernando. En 2019 podía existir duda al respecto; en 2023 no. Hasta ayer dos trileros han estado jugando sus cartas. El problema es que las consecuencias de sus «jueguecitos» las pagamos los demás.
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