No me voy a referir a «la pasta», tan de actualidad estos días por las «no declaraciones» en el Tribunal Supremo de Ábalos y Koldo, ... que se ha manejado por ellos y la que presuntamente llegó a la sede del PSOE, según las afirmaciones de varios testigos que confesaron haber llevado a Ferraz varios sobres repletos de lo que miembros de la trama denominaron «chistorras o lechugas». No pretendo tocar otra vez «la pasta» con la que se ha traficado en los casos de Begoña, la esposa de Sánchez, y del hermano de este último. Tampoco abordaré el más que feo asunto de la falta del proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2026, incumpliendo una vez más, y por tercer año consecutivo, la Constitución; en ese documento se recogen las cuentas del Estado, tanto en lo que respecta a la cuantía de los ingresos como a la distribución de los gastos, vamos, «la pasta» que nos sacan y en qué se gasta. Tampoco escribiré sobre «la pasta» que han comenzado a recibir los agricultores y ganaderos en concepto del pago del anticipo de las ayudas de la Política Agraria Común (PAC), y que supone un alivio en la maltrecha economía de los cerealistas especialmente. Tampoco trataré hoy sobre el proyecto de dar un «sablazo», otro más, a los autónomos de toda clase y condición, en forma de subida de las cotizaciones sociales, que dejaría una «pasta» en ingresos en las arcas públicas correspondientes. Podría recordar «la pasta» que se nos va a los consumidores en productos básicos, como los alimentos, cuyos precios se han disparado durante los últimos años; pero no lo haré.
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Ninguno de esos asuntos es objeto de mi atención hoy porque toca hablar de la pasta a secas, es decir, sin comillas. Nos hemos escandalizado por la última amenaza de Trump de imponer aranceles a productos españoles como forma de represalia, porque el Gobierno presidido por el marido de Begoña no quiere destinar ese 5 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB) a gastos de defensa y seguridad. Sin embargo, no hemos prestado atención a otro anuncio del presidente norteamericano, que hizo la semana pasada, advirtiendo que aplicará aranceles de más del cien por cien a muchas marcas de pasta italiana. Estamos hablando, por un lado, de un emblema o símbolo para este país, como en España lo es el aceite de oliva. Por otro, hay que recordar que la jefa del Gobierno italiano es Meloni, aliada de Trump. Y eso me lleva a plantear la siguiente pregunta: si Donald plantea represalias arancelarias a mercancías de un país, con cuyo Gobierno se lleva bien, ¿qué no hará en el caso de los productos de una nación, como España, con cuyo jefe de Gobierno se las trae tiesas? Insisto, estas amenazas a la pasta italiana, que han pasado aquí más desapercibidas de lo que debieran, nos deja muy claro que en el caso concreto de los bienes españoles puede suceder cualquier cosa. Desde la óptica de Trump, la lista de agravios es múltiple. En resumen: ¿cuánta «pasta» nos costará la política exterior de Sánchez?