LA TRASTIENDA

Me gusta la fruta

Puede que Isabel Díaz Ayuso, que se ha confesado gran amante de la fruta, haya tenido experiencias similares

Viernes, 17 de noviembre 2023, 05:30

Lo confieso, y entono el «mea culpa»: me gusta la fruta. Y mucho. La tomo en el desayuno, a media mañana y por la tarde cae otra de temporada. Raro es el día en el que no disfruto de entre cuatro y cinco piezas. Al acabar de comer y de cenar, mi postre favorito es la fruta. Sin embargo, no siempre es posible tomar fruta cuando estás en un restaurante. Esta semana, sin ir más lejos, en un establecimiento de la Comunidad Valenciana pedí una naranja y me dijeron que no tenían, que solo había melón (que ya no está de temporada, aunque haya) y piña tropical, que vienen de importación.

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Desde la mesa en la que me encontraba, estaba viendo a unos pocos metros unos campos con cítricos y unas cuadrillas trabajando en su recolección. A pesar de ello, de estar al lado de naranjos y en plena campaña, no pude comer una naranja. En casi todos los restaurantes te miran como si fueras un extraterrestre cuando, después de que hayan recitado toda la retahíla de «dulces preparados en la casa», tú vas y dices, que vale, que está muy bien, pero «que quiero una pieza de fruta».

Lo que cuento es lo último que me ha sucedido, pero hay más. En febrero de este año, en plena campaña citrícola en Córdoba, en uno de sus restaurantes, no conseguí, ni un zumo de naranja natural, ni tampoco una naranja, ni pelada, ni sin pelar. En Canarias, han sido numerosas las ocasiones en las que también me han mirado muy sorprendidos cuando he solicitado un plátano.

Aún así, yo sigo insistiendo en pedir fruta y dejo de acudir a los locales en los que no me ofrecen esta posibilidad de postre. Puede que Isabel Díaz Ayuso, que se ha confesado gran amante de la fruta, haya tenido experiencias similares.

Entiendo perfectamente que no me ofrezcan en las cartas o en los menús una granada, aunque esté ahora en su mejor momento, porque su preparación es muy laboriosa. Pero que no haya una fruta de estación, como naranjas o mandarinas en esta época, que, además duran mucho y es difícil que se echen a perder, en los restaurantes de la Comunidad Valenciana o de Andalucía, es como para preocuparse. Otro tanto se puede decir de las manzanas en Asturias, Aragón o Cataluña, o del melón y la sandía en pleno verano en las Castillas. Confieso que también disfruto con una buena macedonia, siempre y cuando su elaboración guarde un cierto equilibrio y no haya mezclas raras. Conseguir una macedonia o ensalada de frutas equilibrada y que dure en el tiempo sin oxidarse es tarea harto difícil, por no decir imposible.

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Un ejemplo: combinar una manzana destinada a sidra producida en el País Vasco, ya sea procedente de los territorios de EH Bildu o del PNV, con otra manzana de comer o una pera de las tierras de Puigmemont o de los ERC, mezclada con kiwi de la Galicia de Yolanda y el BNG y el plátano de Canarias, se me antoja un experimento un tanto complicado, sobre todo para que aguante en el tiempo, por mucho que su cocinero se llame Pedro Sánchez.

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