Presidente a babor

La comedia que Sánchez representa como enemigo irreconocible de los Estados Unidos no responde a la realidad

Jueves, 28 de agosto 2025, 05:30

Me lo imagino navegando entre las brumas algodonosas del Atlántico. Tal vez en pleno pensamiento no sobre el estado de la nación, que arde por los cuatro costados, sino sobre el estado de la «causa» que le ocupa. Pues sí, amigos míos, el chico al parecer se debe a una causa. De ahí la defensa herreriana, de Helenio Herrera, que ha montado alrededor de su cargo. Un cerrojazo a ultranza a costa de su dignidad como ser humano, una dignidad que nos descubrió Pico de la Mirándola. Pero no sólo arroja su dignidad al cubo de la basura, también deja al borde del precipicio el futuro de los españoles.

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Sin embargo, su excelencia opina todo lo contrario, no en vano parece muy seguro de que su causa, que no es otra que la Agenda 2030, nos salvará del peligro de ser un país asquerosamente soberano. Resulta tan patético el frenesí coribántico dedicado a semejante locura, fiebre del sábado noche en los jardines babilónicos de su señora, que empiezo a estar seguro de que su final será como el de Lord Byron, es decir, yéndose a virote sobre las murallas de Messolonghi.

Naturalmente, la causa en cuestión ha sido ideada por la casta de los «sabios» y, plenamente, asumida por políticos, periodistas y profesores bien remunerados. Y todo con el fin de que las masas televidentes se sientan pastoreadas en nombre del bien común. Me refiero a que nuestro presidente preferido, analfabeto hasta las últimas catenarias del subsuelo cerebral, nos conduce sin saberlo hacia la república platónica de Leo Strauss y su caterva de discípulos universitarios. Claro que en dicha república brilla por su ausencia la categoría intelectual de aquellos sabios destinados por Platón a regir los destinos del paisanaje, ya que han sido sustituidos por los grandes magnates de la industria americana. Magnates cuya sabiduría parece plenamente concentrada en el valor añadido de sus negocios. Es decir, a millones de años luz de la sabiduría requerida por Platón para penetrar en el boudoir de la diosa Afrodita.

O sea que el gran santón de todo este movimiento, que los europeos ya hemos empezado a rumiar en nuestra gran siesta bovina, es un profesor y filósofo de la universidad de Chicago, cuyas ideas políticas han sido maliciosamente interpretadas por sus acólitos. Si Strauss pensaba que la sociedad tecnológica ha encerrado a los dioses en el ciberespacio, provocando un vacío moral que raya en el nihilismo, quién mejor que ellos, los straussianos, para llenarlo con la verdad que más les convenga. Una de las hazañas más importantes de esta cáfila de mampolones fue, por ejemplo, animar a Sadam Husein a que invadiera Kuwait. Incluso estoy por creer que, a espaldas de Biden, también empujaron al enano ruso a que jodiera la vida de los ucranianos.

En mi opinión, la comedia que Sánchez representa como enemigo irreconciliable de los Estados Unidos no responde a la realidad. Puede que mantenga ante las cámaras un rifirrafe de gestos con el presidente Trump, pero lo paradójico es que ambos han de responder ante la sabiduría del mismo sanedrín. No dejo de pensar que Sánchez es el topo que los sabios han colocado en la Moncloa para que siga fielmente sus designios. Les aseguro que el monclovita solamente recibe órdenes de alguno de esos niñatos que dirigen ciertas sociedades civiles, filiales todas ellas de la Open Society Foundations, creada por la familia Soros para dirigir las cloacas de un nuevo orden mundial. Incluso podría ser posible que la resistencia de Sánchez a dimitir por los casos de corrupción haya que entenderla como una obediencia fiel a las directrices que le llegan de lo alto. Sospecho, incluso, que si las encuestas electorales le augurasen una derrota estrepitosa, tampoco le permitirían la convocatoria de elecciones. Sería la guinda de la legislatura.

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