El año jubiloso de Franco

Tenemos un presidente, necrológico y necrofágico, al que le gusta desenterrar a los muertos en plan miliciano de pico y pala

Jueves, 31 de julio 2025, 05:30

Resulta que este iba a ser, según Sánchez, el año jubiloso de Franco. Nos dijo que iba a celebrarse una miríada de actos para conmemorar la desaparición del dictador. Tenemos, por desgracia, un presidente, necrológico y necrofágico, a quien le gusta desenterrar a los muertos en plan miliciano de pico y pala. Por lo menos a su antiguo colega, el ministro Ábalos, le va la vaina del salvarsán y las señoras sin pedigrí, que es cosa de hombres, como aquel coñac de la tía buena. De los mismos gustos que ese Kilimanjaro de secretario que se han echado para que al final se tome la libertad de poner letra y música a los sainetes de sus señoritos, sospechando que le iban a nombrar «chivo expiatorio» del supuesto negocio mafioso de las mascarillas, las obras púbicas en Navarra, los hidrocarburos, el dinero de la Delci y otros embrollos de don Corleone y su red prostibularia de alegre candombe.

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Este iba a ser el año de poner a parir a Franco, pero el tiro le ha salido por la culata, como una vez advirtió Carrillo al inútil de Zapatero, que fue el inventor de la Memoria Histórica. Curiosamente, gracias a la ocurrencia del tonto y al cincuentenario de la muerte de Franco, nos hemos puesto a investigar las hazañas bélicas de los socialistas, además de sus crímenes, pucherazos y golpes de estado: el primero contra la República en 1934; el segundo el de 1936, incitando, como ya se dijo, al levantamiento de los militares; el tercero, mediante la manipulación mediática del 11M y, el último, asaltando a bayoneta calada a todas las instituciones del Estado, incluida la Justicia, que será la penúltima fechoría de Sánchez y del curita cómplice que lo acompaña.

El caso es que sobre el linchamiento de Franco no hemos vuelto a saber un carajo, salvo que han empezado a salir multitud de biografías, como la de Stanley Payne, más gorda, objetiva y veraz que la de Preston. Por cierto, todo lo que escribe este señor inglés, el tal Preston, más rojo que la muleta de Manolete, es para enjabonar a su amo y seguir siendo el detergente blanqueador del socialismo español. Si bien, para ser justos, reconozco que su libro, «Idealistas bajo las balas», resulta imprescindible para conocer la labor de los periodistas en nuestra Guerra Civil.

También les recomiendo la lectura del libro de Pío Moa: «El PSOE en la historia de España». Les aseguro que no tiene desperdicio. Y se da el caso de que ningún socialista ha salido para refutar los datos de la obra. Claro que tratándose de un partido con un porcentaje analfabético más allá de lo razonable, empezando por su cachicán, a nadie le puede extrañar que no hayan presentado ni batalla intelectual ni judicial contra su autor. Resulta de lo más interesante el relato de Moa sobre el pucherazo en las elecciones de febrero de 1936. Contaba mi abuelo, presidente de una mesa electoral en Trujillo, que media docena de guardias de asalto entraron en la sala donde se efectuaba el recuento de votos y, pistola en mano, le obligaron a entregar las actas firmadas en blanco.

Estos son los demócratas que por desgracia nos han gobernado más tiempo desde la muerte de Franco. De manera que no sería extraño, con tanta historia criminal a sus espaldas, que en las próximas elecciones generales tuvieran preparado, no ya un Tezanos lametón y sumiso, sino la tecnología informática necesaria para hacer juegos de mano. Voto que vuela, a la cazuela. En mi opinión, ese afán prusiano de controlar la empresa llamada Indra, no sé qué decirles, pero me parece altamente sospechoso. Los chinos de Huawei por un lado, el moro Muza por el otro, el cateto de Trump con su locura arancelaria y Franco desterrado en Mingorrubio, lo siento, amigos míos, pero el panorama es para tomar el último tren a Katanga. Si es que no se avería.

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