EN EL CENTRO DE LA DIANA

El club de las primeras esposas

«Ya tuvimos suficiente. Ahora ayudaremos a las que vienen detrás»

Sábado, 25 de octubre 2025, 05:30

(Aviso al lector: se hace spoiler).

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Dicen que una persona solo se convierte en leyenda tras su fallecimiento. Pero hay unos pocos elegidos que ... lo son en vida, porque son tan auténticos que ni se parecen, ni se pueden reemplazar por nadie.

Diane Keaton ha sido una de ellas. Para muchos cinéfilos –entre los que me incluyo- su mera presencia en un reparto le daba otra dimensión a la película. En un mundo de actrices esculturales y deslumbrantes, una mujer que no era lo uno ni lo otro, llenaba la pantalla con la credibilidad de quien sabe qué es lo realmente valioso del ser humano.

«Ella lo tenía todo…y él la cambió por una versión más joven». Es difícil elegir una película entre su amplio repertorio de éxitos, pero para mí la mejor es, curiosamente, una que pasó inadvertida en su carrera. A mediados de los 90 se estrenaba El club de las primeras esposas, una comedia sobre tres mujeres de mediana edad abandonadas por sus exitosos esposos, sustituidas por mujeres más jóvenes y que se unen para vengarse de ellos. Un guion, aparentemente, superficial y previsible.

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La trama es sencilla. Después del suicidio de una amiga de juventud común -quien, oh sorpresa, también fue abandonada por su esposo-, se reencuentran en el funeral. Entre risas, lágrimas y copas de vino, recuerdan su plenitud en los tiempos universitarios, cuando su vida estaba repleta de proyectos e ilusiones. Comparten sus penas actuales, rechazadas por los hombres a los que ayudaron a triunfar. Y deciden fundar el Club de las Primeras Esposas. «¿Y si nos vengamos? Pero no solo por nosotras, sino por todas las esposas que fueron dejadas.» Dirigen toda su rabia contra sus ex, con el objetivo de arruinarles, ridiculizarles y humillarles. Vale todo, desde el sabotaje de una boda hasta la filtración de secretos empresariales. Piensan que recuperarán la felicidad perdida a través del odio a sus exmaridos y, por extensión, a todo el género masculino. Pero este guion, hasta aquí, no sería digno de Diane Keaton.

«Ya tuvimos suficiente. Ahora ayudaremos a las que vienen detrás». Este es el punto que da una nueva dimensión a la película, cuando comprenden que no es la venganza y el odio a los hombres lo que les devolverá su propia vida, confianza y autoestima, sino llenarla nuevamente de proyectos e ilusiones. Construir desde dentro, no odiar hacia fuera. Y es ahí cuando transitan del dolor y el rencor a la paz interior, fundando una organización benéfica para mujeres en situaciones similares, retomando sus proyectos y sus sueños. La verdadera venganza, si se puede llamar así, es recuperar el control de sus vidas, que nunca debieron perder. El empoderamiento y la sororidad explicados a la perfección, hace más de treinta años. Tres décadas después, lamentablemente, algunos colectivos aún siguen pensando que el bienestar de las mujeres se basa en el odio a los hombres.

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Me quedo con el recuerdo de la última escena de la película. Una modosita Diane Keaton desmelenándose mientras canta a voz en grito el himno feminista de los 60 «You don't own me». Inmortal.

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