Ali Reza Mahmoodi, portando el balón, y Mohammad Reza Mahmoodi posan en los campos de La Salud. OBES
LA GACETA DE LOS CRACKS

Ali y Moha, los hermanos afganos refugiados en el fútbol salmantino: «Allí se juega donde se puede y sin reglas»

El Deportivo Salamanca les abrió sus puertas y la esperanza de tener un futuro

Jaime García

Salamanca

Martes, 14 de octubre 2025, 12:37

El fútbol es mucho más que un balón y jugar cada fin de semana. Detrás de los jugadores siempre hay una historia, y más cuando el amor entre dos hermanos está por medio como es el caso de Ali Reza Mahmoodi y Mohammad Reza Mahmoodi. Dos jóvenes refugiados afganos que encontraron en el Deportivo Salamanca, un hogar para integrarse en la ciudad y adaptarse a unas costumbres totalmente diferentes.

Publicidad

El fútbol actual no se concibe en las primeras edades sin una formación táctica o sin jugar en un campo de césped artificial, sin embargo, los hermanos Ali Reza Mahmoodi y Mohammad Reza Mahmoodi nos recuerdan que hubo un momento donde las 'escuelas de formación' estaban en la propia calle. Todo comenzó en el parque Villar y Macías hace un año y medio. Recién llegado a Salamanca, Ali Reza Mahmoodi, el mayor, bajó con su balón al parque buscando con quién jugar. Una tarde de fútbol que se truncó cuando uno de los niños dijo: «Me voy, que tengo entrenamiento». Algo que le hizo pensar a Ali, ya que este nuevo amigo le habló de un club donde todos los amigos del colegio jugaban, ese era el Deportivo Salamanca.

Un día después, fruto de la curiosidad, Ali le pidió a su amigo si le podía acompañar. Sus ojos sólo conocían el jugar con dos 'porterías' en las calles afganas, y el escuchar hablar de equipaciones, balones para todos y un campo de césped artificial le resultó extraño. «Llegó uno de nuestros jugadores y nos comentó que un amigo que había hecho en el parque quería jugar con nosotros. Nos comentó que él jugaba todas las tardes con ellos en el parque que se encuentra en frente de los bloques de Nicar. Para nosotros no había ningún problema, por lo que le dijimos que, si quería jugar, viniese a entrenar y probaba», recuerda Javier Caridad, directivo y entrenador del Deportivo Salamanca.

A los dos entrenamientos, Caridad vio que el joven de 11 años tenía muchas habilidades con el balón y le ofreció unirse al equipo, además, jugaba con esa libertad atípica en el fútbol formativo: «Se notaba que el chico había jugada en la calle, tenía ese desparpajo que se ha perdido en el fútbol de ahora», explica Caridad. Por su parte, Ali quedó asombrado y no dudó en pedir si su hermano pequeño también podía unirse al club. «Al segundo o tercer día de entrenamiento me dijo que tenía un hermano pequeño, y que si también podría probar. A él se le veía encantado, estaba viviendo algo totalmente nuevo». Y la respuesta del club fue, de nuevo, contundente: «Aceptamos y nos pusimos a buscar la forma de validar sus fichas para que se unieran a nuestro club cuanto antes. Un proceso que debemos reconocer que es muy largo para todos».

«Ninguno de ellos había jugado federado, ni si quiera digamos al fútbol reglamentario en Afganistán. Se les notaba, y por momentos todavía a día de hoy, que el tipo de fútbol es diferente a un chico, por ejemplo, que ha empezado en debutantes o en prebenjamín. Al final muchas veces los encorsetamos, pero ambos guardaban todavía esa valentía sobre el campo de hacer las cosas por estímulos y sin pensar», comentan desde la entidad salmantina.

Publicidad

Bien cierto que, recién llegados a Salamanca, su adaptación no fue nada sencilla, ya que la comunicación era una de las tareas más complicadas al principio. «El cambio fue grande. Siempre había jugado al fútbol en Afganistán, pero allí no hay clubes. Recuerdo que esa semana fue un poco difícil. No conocía a mis compañeros, el idioma era totalmente diferente, pero poco a poco me fui acostumbrando. Luego, como a mi hermano le gustaba jugar tanto al fútbol como a mí, le dije que se vienese. Y este es mi segundo año y no puedo estar más contento», explica Ali Reza Mahmoodi.

Unas primeras sesiones de entrenamiento donde «todo con ellos era por gestos». Sin embargo, el paso de las semanas fue floreciendo a dos verdaderos 'cracks'. «En el caso de Ali, el año pasado marcó 11 goles y todos en la segunda vuelta. El entender el idioma fue ayudando en las conexiones con sus compañeros y acabó marcando diferencias. Y lo mismo ocurrió con Moha».

Publicidad

«En España hay una conciencia sobre el deporte que como padres era importante poder trasladar a nuestros hijos. Allí (Afganistán) se juega donde se puede y sin reglas. Es todo muy muy diferente», añade su padre, Tahir Mohammadi. El fútbol base abrió a ambos una puerta a la integración y a la esperanza de tener un futuro en un país donde puedan jugar y estudiar, sin olvidar que son niños, con libertad.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad