Paul Alone: “Soy muy sensible a las emociones”
Entre el pop acústico, la rumba y más cosas, Paul Alone esta consolidando un proyecto musical muy personal que refleja sus muchas inquietudes vitales | Este viernes actúa a las 20:00 horas en la Plaza Mayor
Músico autodidacta, poeta, curioso y muy activo, Paul Alone (seudónimo de Pablo Sola, pamplonés de 26 años), iba para director de fotografía -su otra gran pasión- y un amor le llevó a la música. En poco tiempo se ha ganado un público muy fiel que corea sus canciones.
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—¿Cuáles son sus primeros recuerdos musicales?
—Aprendí a tocar la guitarra de niño, en Pamplona, por imitar a mi hermano. Recuerdo la primera canción que me enseñó, “More than words” de Extreme. Y que tiempo después él actuaba en una fiesta de Navidad del colegio, tocando con unos compañeros “Highway to hell”. Le pedí que me dejar subir a acompañarle y me dijo que no, que había que prepararlo bien. Y con los años resulta que soy yo el que se sube a los escenarios...
—Iba para rockero pero algo se interpuso en su camino. Y alguien.
—Pase un tiempo en Londres y allí me enamoré de una cordobesa que cuando nos montábamos nuestras fiestas ponía a Los Delinqüentes. Me transmitían algo muy raro y a la vez muy guay, que me reconectó con mis gustos de verdad de siempre, que eran Estopa y Melendi. Y quise escuchar más de esa música. De aquella conexión y de todo lo que investigué después saldrían canciones como “Yo qué sé”, con unas guitarras más bestias” y “No valgo p’a ciudad”, más aflamencadas.
—Usted pasó por “La Voz”, y allí conoció a Melendi. Seguro que no ha olvidado aquella noche en que le invitó al escenario de un concierto a cantar “Caminando por la vida”.
—Fue una sensación rarísima. Es que además yo nunca había estado en un estadio. Y de repente me planto en Sant Jordi, y cuando sale él se levantan como 16.000 voces a la vez. Yo me emocioné; aquello parecía una manifestación. Fue una sensación muy rara. Y desde ahí todo fue muy extraño y muy bonito. Una locura.
—¿Se ha acostumbrado ya a las masas?
—Pues le digo que me genera mucho más respeto una sala de 100 personas que una de 15.000. Yo soy muy sensible a las emociones, dentro y fuera de los escenarios, y al ver las caras en una sala pequeña me afectan más. En cambio, un público masivo lo veo como energía que está más arriba o más abajo. En el concierto de Melendí sentía que estaba en la orilla del mar y me respondía a todo lo que hiciera.
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—Esta construyendo su carrera paso a paso con canciones desinhibidas y frescas de amor y desamor, entre el pop acústico y la rumba, pero huyendo de encasillamiento. ¿Por qué lanzar singles y no un disco?
—No es algo premeditado. Las ventajas de avanzar canción a canción es que veo la reacción que despierta y me permite mejorar y evolucionar. Creo que voy a seguir publicando así, al menos hasta que me encuentre como artista.
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—Tiene ya una buena legión de seguidores. Además de los conciertos, ¿cómo le influye la reacción que despiertan sus canciones en las redes?
—Más que recibir críticas, que no es lo habitual, noto que una canción no gusta tanto gusta cuando recibe menos comentarios que otras. La gente no es tan mala: si no le gusta, directamente no escucha.
—Ha confesado que le gustaría triunfar en Latinoamérica. ¿Por que le llama?
—He comprobado que tengo muchas escuchas de allí y siempre he admirado mucho del trabajo musical y las melodías que llegan de América y que nos han influenciado. por eso me encantaría tener la aceptación de ese público. Tengo muchas ganas de ir.
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