Vista de las escenas del Prendimiento de Jesús (1557) en la vidriera de la nave lateral derecha (nave de la Epístola), en la cabecera de la Catedral FOTOS ALMEIDA

Los secretos que esconden las vidrieras de la Catedral de Salamanca

Maestros flamencos llegados de Amberes elaboraron entre 1556 y 1559 las vidrieras de la Catedral nueva de Salamanca porque eran más baratos

Domingo, 2 de abril 2023, 14:36

Vidrios nacidos del horno ensamblados con una red de plomo. A través de ellos, la luz del sol se expresa en mil tonalidades distintas, configurando en el interior del templo diferentes escenarios para la meditación a la mayor gloria del Creador. Las vidrieras de la catedral de Salamanca, construida en el período crepuscular del arte gótico, han llegado a nuestras días como un interesante ejemplo de unión de estilos, en este caso el flamenco y el renacentista.

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Aunque no alcanzan el nivel de magnificencia que hoy podemos admirar en otras catedrales góticas anteriores como las de León, Burgos y Sevilla o templos burgaleses como el Monasterio de las Huelgas y la Cartuja de Miraflores, las cerca de cien vidrieras que hoy se conservan en la seo salmantina han sido objeto de estudios que destacan su singularidad estilística.

La historia de las vidrieras de la seo salmantina sigue la de la propia Catedral nueva y la evolución de la ciudad. En los inicios del siglo XVI, Salamanca vivía un estable período de paz, bien distinto al que precedió a la fundación del templo en el siglo XII. El aumento de población derivado del auge de la Universidad y la prosperidad de la comarca dejó pequeña a la vieja catedral y en 1491 el Cabildo, animado por el aumento de ingresos, buscó el apoyo del Papa para la construcción de un nuevo templo más grande y luminoso.

La historia es conocida. Con la bendición de la Corte, a partir de 1510 se iniciaban las deliberaciones sobre el proyecto, que finalmente respetaría la catedral ya existente. El maestro Juan Gil de Hontañón fue designado para dirigir las obras, que comenzaron el 12 de mayo de 1513. Serían casi cinco décadas de trabajosa construcción en las que no faltaron las diferencias de criterio, enfrentamientos personales y relevos en la dirección. La conclusión de los trabajos correspondió a Rodrigo Gil de Hontañón, hijo del maestro inicial, ya en un Renacimiento que traía una nueva concepción del espacio, la luz y el lenguaje plástico.

La transición del estilo románico al gótico impulsó el auge de las vidrieras. Las reducción de las estructuras al mínimo imprescindible para garantizar la sustentación abrió grandes huecos que impulsaron un arte nuevo. En el siglo XVI, la Catedral Nueva de Salamanca aunó la llegada de nuevos lenguajes artísticos como el flamenco y el renacentista. Junto a la de Salamanca, la construcción de nuevas seos como las de Segovia, Sevilla y Granada, y la conclusión de otras –Ávila y Toledo– ayudaron a prolongar este arte medieval de la vidriera que, sin embargo, no creó escuela ya que fue importado de Flandes. Y el motivo fue económico.

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Salamanca fue un ejemplo. En 1551 Rodrigo Gil de Hontañón informaba al Cabildo de que se había completado el cierre de todas las bóvedas de la iglesia. Urgido por la necesidad de trasladar allí el culto desde una desbordada Catedral Vieja, hizo venir desde Burgos al maestro vidriero Juan Guerra para ver “de la forma e manera que se arían las vedrieras de la yglesia nueva y diese noticia de cómo se podían aver los vidrios y materiales en mejor precio elaborar un presupuesto de vidrios y materiales en mejor precio”. Así lo recogía, citando textualmente de las Actas Capitulares de la Catedral, el historiador Julián Sanz Martínez en su documentado estudio “Las vidrieras de la Catedral nueva de Salamanca” publicado en 1933 en Archivo Español de Arte y Arqueología.

Por entonces, la capital burgalesa era, junto a Toledo y Ávila, una de las tres principales escuelas de vidrieros de España. Llegarían poco después otros dos vidrieros burgaleses, Juan de Arce y Diego de Salcedo, que habrían trabajado respectivamente en las catedrales de Burgos y Palencia. Pero no hubo acuerdo económico. Y el problema era grave: el Cabildo no tenía, según sus propias palabras, “ni un real ni un maravedí”. Tras medio siglo de obras, los gastos de la construcción de la Catedral le habían dejado en una situación lamentable. Por este motivo, el 16 de enero de 1555 el Cabildo acordaba “que las vidrieras para la iglesia nueva se truxesen de Flandes atento que serán más baratas”.

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Las gestiones se encomendaron al canónigo maestro Gregorio Gallo, que tenía contactos. Como el Cabildo carecía de fondos para pagarlas, decidieron desviar 500 de los 1.000 ducados que había dejado en testamento el obispo de Salamanca Luis Cabeza de Vaca para otros fines. Al principio se pensó en comprar las vidrieras ya hechas, pero no debieron de gustar porque en mayo se encargó al canónigo Gallo que solicitase a Flandes el envío de los vidrios con los colores requeridos. Asimismo, se reclamó a un maestro que construyese las vidrieras “conforme a las ystorias que se les pidieren”.

Cuenta Julián Sanz que tanto los vidrieros flamencos como los materiales llegaron a Salamanca en abril de 1556. Los canónigos Burgos, Grado y Gallego y el doctor Neyla se encargarían de elegir los temas de las vidrieras y su emplazamiento. Pero surgió una nueva adversidad: el maestro vidriero llegado de Flandes para dirigir las obras falleció repentinamente y hubo que reclamar la llegada de Amberes de otro maestro. Su sucesor fue Enrique de Broecq (también Bro, o Brote, según distintas fuentes), quien se encargaría finalmente de dirigir las obras de construcción e instalación de las vidrieras de la Catedral entre 1556 y 1559. Así lo refiere Manuel Gómez Moreno en su “Catálogo Monumental de Salamanca”. El maestro flamenco cobraría desde entonces 15.000 maravedíes anuales, más los materiales, por las labores de mantenimiento. Otro destinatario de pagos fue el cerrajero Juan de Salamanca, autor de los marcos de hierro.

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Resulta curioso detenerse en los detalles del transporte de materiales y fabricación de las vidrieras de la seo salmantina. Los investigadores Yolanda Portal y Lorenzo Martín bucearon en los Libros de Cuentas de la Catedral para elaborar el que puede ser el trabajo monográfico más exhaustivo realizado hasta la fecha sobre el tema, “Las vidrieras de la Catedral nueva: estudio histórico e iconográfico”, publicado en el año 2000 en Memoria Ecclesiae, órgano de la Asociación de Archiveros de la Iglesia en España. Los libros detallan pagos efectuados en días sucesivos por “el porte de quatro caxas de vidrio” y tres días después por “traer desde Laredo el plomo y estaño para las vidrieras”. Este dato probaría que los cargamentos llegaban desde Amberes hasta el puerto cántabro por vía marítima y que las vidrieras se habrían ejecutado a pie de obra, algo lógico para evitar un transporte extremadamente frágil.

Técnica y estilo

A lo largo de los siglos, las vidrieras salmantinas han sido objeto de numerosas restauraciones y reparaciones. Un terremoto que afectó a Salamanca en 1614 y que afectó a parte del templo obligó a reparar varias roturas. Cinco años después se hicieron necesarios nuevos arreglos, para los que se desplazó el vidriero de la catedral de Ávila. El célebre terremoto de Lisboa de 1755, que inclinó la torre de la Catedral, también produjo daños en la vidrieras. Serían estas algunas de las continuas actuaciones puntuales llevadas a cabo a lo largo de más de cinco siglos. En 1986, el arquitecto Valentín Berriochoa señalaba en su tesis doctoral sobre la catedral de Salamanca el grave estado de deterioro del templo, en concreto los daños causados por la entrada de agua a través de “las ventanas desprovistas de cristaleras. Las primitivas vidrieras han sido sustituidas por paños de cristal blanco emplomado que en numerosos casos están rotos”. Berriochoa dirigió la gran restauración del templo en 1992-92 y firmaría en la última década del siglo el Plan Director de la Catedral de Salamanca.

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De acuerdo con las tendencias arquitectónicas de su época, la Catedral nueva de Salamanca cuenta con menos espacio para vidrieras que otras construidas anteriormente. En comparación, tiene ventanales de manos tamaño y hay ausencia de parteluces. Esta circunstancia permite dedicar cada ventanal a un solo tema. De esta manera, como otras vidrieras del siglo XVI, los ventanales cuentan un programa de forma coherente y permiten el paso de más luz, presentando asimismo composiciones acabadas.

En la seo de Salamanca, los artistas flamencos del vidrio buscaron efectos de claroscuro empleando colores como amarillo de plata sobre vidrio blanco y la técnica de grisalla (pintura monocroma aplicada como punteado fino que produce la sensación de relieve) antes que los de crisol, como rojo, verde, azul, cobalto, púrpura y morado. Al unir vidrios de mayores dimensiones, los plomos cubrían menos superficie y servían como contorno a las figuras representadas.

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Los artesanos utilizaban punta de diamante, que permitían cortes más exactos para obtener despieces de vidrio de mayores dimensiones y formas más complejas. De esta manera podrían adaptarse mejor a los dibujos de las figuras. El vidrio empleado era ya de menor grosor que el medieval y con una composición química más estable. Con esta base, la pintura sobre vidrio alcanzó un cuidado detallismo.

En cuanto al estilo, las vidrieras presentan grandes diferencias en cuanto a composición y dibujo, lo que se explicaría por la distinta categoría de los artistas que vinieron de Flandes y la falta de un maestro director, según apuntó en sus investigaciones el que fuera archivero de la Catedral Florencio Marcos. Por su parte, Portal y Martín recuerdan los numerosos arreglos y reparaciones realizadas, hasta el punto de que haberse incorporado vidrieras nuevas con posterioridad. De hecho, cuando a finales del XVI se habilitó al culto la cabecera del templo, la mitad de las vidrieras flamencas instaladas se trasladaron allí, y por ello en el resto del templo quedaron alternadas vidrieras de color y traslúcidas.

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Los artistas llegados de Amberes en 1556 trajeron diversos modelos o cartones que emplearon como plantillas. Estos diseños recogían directamente la influencia de la pintura y los grabados flamencos, que se aprecia en los fondos de arquitecturas renacentistas, perspectivas y personajes en escorzo que resultaban extraños al arte salmantino de la época. En estas representaciones realistas no faltan ciertos anacronismos, como en las anudaduras de los soldados.

Los ventanales, de estructura renacentista, están divididos por parteluces en ventanas más pequeñas. Las escenas se distribuyen por toda la vidriera y el sentido de su lectura parte de las ventanas de las naves laterales, de izquierda a derecha primero abajo y después arriba, para seguir por las de la nave central.

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El tema central es la vida de Jesucristo. La narración –alterada después, como queda dicho– comenzaba con la Infancia de Jesucristo (La Anunciación, El Nacimiento, La Epifanía, La Visitación y La Circuncisión) y las primeras escenas de la Pasión (La Oración en el Huerto y el Prendimiento, La Flagelación y Jesús ante Caifás), y termina en las ventanas de la nave central con los restantes temas de la Pasión (Jesús ante Herodes, La Coronación de Espinas, El Ecce Horno y Jesús ante el Sanedrín), de la Resurrección (La Resurrección y Las Apariciones de Jesús), de Pentecostés y de la Asunción. En las representaciones de la Redención, propias en la iconografía cristiana de la época, desaparecen santos y profetas y se busca una identificación de lo cristiano frente al luteranismo, según el estudio de Yolanda Portal y Lorenzo Martín.

Ya en época más reciente, dos capillas de la catedral se renovaron con vidrieras complementando el programa original de la seo salmantina. Ambas fueron estudiadas por la investigadora de la Universidad de Burgos Pilar Alonso para su trabajo “Nuevas luces para un nuevo templo” que formó parte del gran volumen “La Catedral de Salamanca: nueve siglos de historia y arte”, editado en 2012 para conmemorar el quinto centenario del inicio de su construcción. La primera fue la capilla de San Antonio y evoca la imagen de San Antonio repartiendo panes, desplegada en dos lancetas. Pocos años más tarde, y por iniciativa privada, se encargó otra vidriera para cerrar un ventanal de lanceta única en la Capilla del Santo Entierro o del Presidente. Allí se representó una figura monumental de San Ramón Nonato, con capelo cardenalicio y un escudo de la Orden de la Merced en el pecho.

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En opinión de Pilar Alonso, el conjunto de las vidrieras de Salamanca “abandera, junto con los de las catedrales de Segovia y Granada, una de las más significativas y florecientes etapas de la vidriera española”.

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