El peluquero José Andrés González, en su establecimiento. TRISOL

La desesperación de un peluquero salmantino: “Juegan con nosotros”

José abrió las puertas de su local en 2005 y confiesa que ahora es su peor momento. “Bajar 11 puntos el IVA me permitiría incluso contratar a alguien”

Martes, 28 de diciembre 2021, 23:35

José Andrés regenta desde hace 16 años su peluquería y no tiene duda de que el peor momento lo sufre ahora. “Los gastos se han multiplicado por 10 o 12 y para reabrir el negocio tuve que hacer una inversión muy grande en mamparas, máquinas de ozono, desinfectantes y kits contra la covid, además de desechables para el personal”. A esto se une que ahora tiene que controlar la entrada de los clientes, porque su establecimiento es pequeño. “No se puede sacar la producción de antes al salón y encima nos subieron la cuota de autónomos”. Pues con todos estos factores en contra ahora los Presupuestos no incluirán una rebaja del IVA del 21% al 10%, como exige el colectivo desde hace más de un año. “Entiendo que el servicio de peluquería no sea tan esencial como el pan y la leche, pero el corte de pelo es higiénico y necesario. Que alguien se encuentre bien favorece su salud mental”, expone el profesional. “Ellos (por el Gobierno) nos consideraron como esenciales en la salida de la cuarentena y ahora no lo somos para rebajar el IVA. Juegan con nosotros”, se lamenta José, que tiene a tres trabajadores a su cargo. “Reducir 11 puntos el impuesto supone mucho dinero para la caja. Me proporcionaría más fondos para invertir en el negocio, el equipo podría cobrar más o incluso podría contratar a alguien”.

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Los clientes de José conocen y comprenden las reivindicaciones del colectivo, ya que él se encarga de informarles de que el 21% de lo que le pagan por el servicio se lo queda Hacienda. “Se lo comento para que lo sepan. Todos se quedan asombrados y muestran su desacuerdo porque consideran que no es justo”. Se queja de que el gremio de las peluquerías y los centros de estética son “los grandes olvidados”.

Su jornada empieza a las 8 de la mañana y termina a las 22 horas, ininterrumpidamente. “Tras la aparición de la covid tuvimos que alargar la jornada para no aglutinar a tanta gente en el salón y claro, a más horario, más trabajo”. Insiste en que de la viabilidad de su negocio no solo depende su familia, sino la de sus empleados y la de los trabajadores externos que esporádicamente acuden a su salón para prestar servicios complementarios como el de maquillaje. “A veces, al pensar en el futuro se te mete el ombligo para adentro”, confiesa José.

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