El obrador salmantino que da una oportunidad a la discapacidad
En el obrador de Blanca Hernández solo trabajan personas con distintos grados de discapacidad. “Nos trata como personas y tiene en cuenta nuestras limitaciones”, afirman
El aroma a bizcocho recién hecho embriaga los cinco sentidos de todo el que entra en el obrador artesanal de Blanca Hernández. Una pastelería que guarda una historia de inclusión y de superación, que se ha convertido en un centro especial de empleo y que ha obtenido desde el minuto cero el cariño y la cercanía de la gente. Sus valores y su apuesta directa por la materia prima local, han sido las claves de su éxito.
Publicidad
“Mi hermano Aarón tiene síndrome de Down y siempre fui voluntaria de Aviva”
El proyecto comenzó con una bonita amistad entre Santi y Blanca. “Desde muy pequeña estuve muy implicada en la fundación Aviva. Mi hermano Aarón tiene síndrome de Down y yo era voluntaria. Estudié ingeniería y no me gustaba nada y decidí labrarme otro futuro laboral”, comienza explicando la gerente. “Santi era mi compañero de piso y me incitó a emprender. Tuve problemas al principio y él se convirtió en mi socio. Siempre pensé en crear un negocio inclusivo, pero suponía que iba a ser más a largo plazo. Empecé a volar, me arriesgué. Me daba mucha seguridad tener a Santi al mando de las finanzas y de la página web”, asegura Blanca. Desde ese momento, el negocio ha ido sobre ruedas. Todas las personas que trabajan en el obrador presentan diferentes grados de discapacidad. “Fui profesora de cocina de Aviva y vi que había un talento y una capacidad que alucinas. Ahí mi cabeza hizo clic”. Desde entonces solo piensa en otorgar esa oportunidad laboral a todo el que llame a su puerta. A día de hoy, la pastelería es un centro especial de empleo y tiene un convenio con la Fundación Aviva. “Las personas con discapacidad pueden venir al obrador a formarse, a hacer sus prácticas y tener una primera toma de contacto con el mundo de la pastelería”, afirma Blanca.
“En todo momento pensé en crear un negocio inclusivo”
Junto a la gerente se encuentran también Ana, Hayat y Maite, el gran equipo que hace del negocio una pequeña familia. Blanca les ha formado y enseñado el oficio durante meses. Ana ha tenido cáncer, Hayat tiene esclerosis múltiple y Maite tiene sordera. “Me gusta el trabajo que realizo y el ambiente que tenemos. Llego a casa y me siento muy bien por haberme esforzado y hago las cosas lo mejor que puedo”, explica Ana. Mientras tanto, Hayat decora una de las tartas: “Blanca como jefa nos encanta. Nos trata como personas y tiene en cuenta nuestra discapacidad y nuestras limitaciones. Nos sentimos valoradas”, asegura. Maite, un poco más reservada, pone el foco en el cariño que reciben: “Tenemos clientes muy majos que nos tratan muy bien y sentimos su cercanía”.
“Tener una cafetería propia nos haría muy felices”
Blanca tenía miedos al emprender, pero todos ellos se han disipado: “Me agobiaba no saber llevar un equipo humano. Cada persona que llega aquí tiene una limitación y por eso tenemos que saber adaptar el puesto de trabajo. No puedo pedir a alguien algo que no puede hacer”, reconoce. Su principal sueño es crear una cafetería para que sus clientes puedan degustar sus productos a diario. Actualmente venden sus dulces bajo encargo. “Ahora mismo es una utopía, pero nos haría muy felices”, afirma Blanca.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión