La ruta llena de leyendas que conduce al castro vetón de Las Merchanas

Siempre es buen momento para salir al campo. La naturaleza nos ha acompañado desde siempre, lo llevamos en nuestro ADN desde antes de que los dinosaurios se extinguieran. Y es un gen que nos reconcilia con nosotros mismos. Perder de vista cristales, ladrillos y señales de tráfico es algo muy reconfortante. Especialmente si ponemos kilómetros —¡y años!— de por medio. ¿Es eso posible? Naturalmente. Basta con acercarnos al castro vetón de Las Merchanas.

Un recorrido de poco más de tres kilómetros perfectamente musealizado que comienza en un árbol de hierro, “somos lo que damos”, que nos recuerda la generosidad de la familia que lo donó. Desde allí, entre paredes de piedra, chozos de pastor, encinas, jaras y tomillo, llegaremos hasta el mirador de Malpica, desde donde podremos disfrutar de una excelente panorámica de todo el recinto.

Continuamos hacia abajo y llegamos enseguida a la orilla del río Camaces, donde el restaurado Molino del tío Justo nos habla del aprovechamiento que hasta no hace mucho se hacía de estas aguas. El puente contiguo nos lleva hasta la puerta sur del castro, hasta el embudo de esa primera muralla que nos transportará a nuestros orígenes.

Entramos en un recinto vetón, donde nuestros antepasados vivieron, sufrieron y rieron como nosotros. Siguiendo por la senda marcada llegamos hasta la puerta norte, donde un orgulloso verraco de granito vigila la zona de piedras hincadas que impedían el acceso a la caballería enemiga.

Desde aquí podemos volver recorriendo los muros defensivos por su cara exterior. Cuentan que los romanos, sus últimos pobladores, no pudieron encontrar el Becerro de Oro que, oculto en una cueva de las proximidades, está custodiado por un enorme lagarto con escamas de dragón, uñas de águila y un cuerno entre sus ojos que hipnotiza a cualquiera que tenga la osadía de mirarle.

Contenido patrocinado por elAyuntamiento de Lumbrales

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