Terminaciones nerviosas

Lunes, 11 de marzo 2019, 04:00

Madre mía o padre mío, miembra y miembro de la célula de convivencia, antes llamada vulgarmente familia entre los viles mortales. En ese entorno vivíamos ... aquellos que, cuando íbamos a la escuela, sudábamos si el maestro o maestra nos invitaba a salir al encerado, hoy más conocido como panel vertical. Tras ese esfuerzo, una vez pasada media mañana, disfrutábamos del recreo, hoy llamado segmento de ocio, para comer aquel bocadillo, que hoy recuerdo relleno de ternura y del cariño con que lo preparaban nuestras progenitoras. Pues eso, que digo yo, ¿cuándo nos inocularon ese virus provocador de nombrar y renombrar aquello que toda la vida formó parte de nuestra existencia y siempre estuvo ahí? Es como una fiebre que provoca una especie de ardores cerebrales y necesita parir sistemáticamente términos que, en la mayoría de los casos, se quedan en una variedad de engendros lingüísticos que la gran matrona de la Real Academia de la Lengua es incapaz de atribuirles madre y mucho menos padre. Me lo tendré que hacer mirar por mi psiquiatra o psiquiatro, porque yo sigo pensando, tras la represiva educación recibida al atardecer del dictador, que mi madre tenía razón. Aquí hago un inciso a quienes convocaron la manifestación en contra del patriarcado, y recordarles que en mi Galicia natal el patriarcado desapareció hace tiempo, yo no lo conocí y mucho menos lo padecí. No me hubiera importado que mi padre estuviese más tiempo en casa y menos en la mar. En fin, mi madre tenía razón cuando me educó para aceptar, querer y respetar a las personas por el mero hecho de serlo, por encima de su condición social, su ideología, su credo, su color o su sexo. También por encima de los animales, sin tener por ello que maltratar a estos. Si es verdad que mi madre, incluso mi abuela, no eran muy doctas en letras aunque su vocabulario era suficientemente rico como para defenderse en la vida y saber estar en cada momento como hay que estar, que eso viene a ser en definitiva cultura.

Publicidad

En aquella época, como en todas las épocas, más allá de presiones y represiones, donde había educación y conocimiento todo estaba más claro, cuestión de respeto, cuestión de valores, cuestión de principios. Quizá es ahí donde radican parte de los males, en los principios y no en los finales. En los principios de cada persona que no persono. Esta enfermedad de las terminaciones nerviosas está alterando el ritmo biológico del ser humano desde la infancia, donde encontramos niños con derechos y niñas sin derechas. Tanto estrés en el lenguaje, para comernos, como si de una sopa de letras se tratara, todas o casi todas las vocales al enviar wasaps u otros smss. Ojo, que confundir modas con modos puede generar o degenerar en situaciones incómodas o incomodos.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad