Recuerdos inteligentes de Todos los Santos

Viernes, 30 de octubre 2020, 04:00

Vista la situación actual, incluido lo del confinamiento inteligente, me va a permitir, querido lector, que, para no ahondar más en los momentos de zozobra ... que nos ha tocado vivir, me refugie en los recuerdos de mi infancia y juventud relacionados con estas fechas: el Día de Todos los Santos y el Día de los Difuntos. Es tiempo de recordar a los que nos precedieron y son las jornadas en las que, junto a las de fiestas patronales, había más gente en nuestros pueblos. Este año no podrá ser. Recuerdo la Misa y después las oraciones por los difuntos, con los familiares vivos al lado de cada una de las tumbas o nichos, mientras el sacerdote, acompañado de los monaguillos, iba recorriendo cada una de ellas rezando un responso. En los últimos años esta última parte se ha perdido, por lo menos en mi pueblo, y ahora solo se hace una oración con carácter general.

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Antes se habían adecentado los mármoles o el granito de las tumbas y colocado las flores propias de estos actos. Sin embargo, también es verdad que en estos últimos años he notado que poco a poco aumentaba el número de las que estaban abandonadas y sin flores, señal inequívoca del paso del tiempo y de que algunas familias ya no tienen miembros vivos que recuerden a sus difuntos. Eso era el Día de Todos Los Santos, porque el 2 de noviembre, el Día de los Difuntos, tenía lugar una misa por todos los que habían fallecido. Este fin de semana no habrá ceremonias de este tipo en los cementerios por culpa del maldito coronavirus y deberemos dar gracias si se pueden oficiar las misas, aunque sea con asistencia reducida.

Eran días de contrastes, porque también había momentos para el gozo y el disfrute. Dependiendo de las zonas, eran también jornadas para salir al campo y disfrutar del otoño: tiempo de recoger las castañas y asarlas, o solo de esto último como colofón a una merienda o comida. Era la ocasión también, si la climatología había acompañado las semanas previas, de, provistos de los utensilios adecuados, darse un paseo por pinares, dehesas y encinares para recoger las setas de cardo, níscalos o boletus, y ya para los más expertos la amanita cesárea, una de las mayores delicias micológicas. Un placer, su recolección; un placer, cocinar los hongos y, un placer, comerlos. Todo ello bien regado y mejor acompañado por buñuelos y dulces de santo. Este año algo de ese disfrute sí podremos tener, dependiendo de las zonas y de los confinamientos más o menos inteligentes. En cualquier caso, nos podrán quitar la libertad de movernos, pero no la libertad de los recuerdos. Disfrutemos de ellos con inteligencia.

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