Navegar en Salamanca

Sábado, 15 de agosto 2020, 05:00

El día de Nuestra Señora, es para mí la Misa Mayor y la romería en Arnuero, donde acudí tantos años, porque mi abuela cántabra poseía ... una casona. Mi madre, ya desde Salamanca, añoraba frecuentemente aquel entrañable lugar. Y hoy es también la fiesta grande de muchos pueblos de mi querida Sierra de Francia, donde antaño llegaron los Estella. Soy, festivamente, de este 15 de agosto. Pero tocaba redactar la sabatina y me embarqué para navegar, como inexperto piloto -“pobre barquilla mía”-, por el inmenso mar de Internet para componer decorosamente esta columna. Y como un opinante de provincia debe tratar de la suya, adelante.

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Doble sorpresa con autores franceses de renombre. He leído “Este virus que nos vuelve locos”, del provocador, erudito, brillante Bernard-Henri Lévy. Cita los grandes escritores que estuvieron confinados, Kafka en “La madriguera”, Tomas Mann en “La montaña mágica”, Oscar Wilde con su “De profundis”... pero siendo hijo de brigadista en Cataluña, visitando España con frecuencia, y colaborando en nuestra prensa, se olvida del más importante confinado español. No fue Nico Redondo, ni Rubial o Peces Barba, y tantos otros del franquismo, sino Unamuno, primero en “las Hurdes marítimas” (Canarias) y al final en su domicilio salmantino.

El asombro fue al leer una reciente entrevista al Premio Goncourt 2018, Éric Vuillard, sobre los “chalecos amarillos”, que obviamente reivindican los principios de la Revolución Francesa. Comienza afirmando: “Todo empezó con El Lazarillo de Tormes”(¡). Me entero que el celebrado autor, seducido por nuestros clásicos, con solo quince años se vino a España en auto-stop, porque empezó a soñar con sus propias peregrinaciones picarescas y la sombra de nuestro paisano Lázaro le perseguía. “Es un libro que trata abiertamente de la desigualdad”, sostiene. El Lazarillo es, por tanto, género de denuncia del maltrato a los obligados a vagabundear sin descanso. (Me pregunto cuántos adolescentes salmantinos habrán leído el anónimo).

Dada la garra, la vitola de esta ciudad del Tormes, indiscutible cuando menos históricamente, no es extraño que el escritor y cineasta Rodrigo Cortés, que sin haber cumplido los cincuenta, ya ha hecho varias películas, -con Robert de Niro y otros “desconocidos”-, y está cargado de premios, habiendo nacido en Pazos Hermes (Orense), escriba “Yo soy de Salamanca”. Su vigorosa personalidad ciertamente aquí se forjó. Lo reseña cuando este agosto celebra sus mil “Verbolarios” en ABC, mil voces, mil definiciones que ha ido desgranando ingeniosamente en la última página del diario. Ha tenido la “cortesía” de reconocer Salamanca como cuna, cuna de su inmenso talento.

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Si hubieran estudiado en nuestra Universidad, o hubieran sido charros, esas enciclopedias de bolsillo que desde hace veinte años lleva a “Saber y ganar” Jordi Hurtado -sobreactuando hasta lo histriónico-, esta semana hubieran respondido ¡“La Escuela de Salamanca”! a una oportuna y facilona pregunta. Teniendo en cuenta que Francisco de Vitoria y otros grandes teólogos fueron los primeros europeos en reivindicar la libertad, entre otras muchas y modernas propuestas, deberían saberlo. Ninguno supo contestar. Lo que no me cabe duda es que si allí hubieran estado los paisanos que han brillado en ese programa, como Jero Hernández, Héctor Puertas o el llorado José Pinto, de Casillas de Flores -donde no hay todavía Universidad-, se hubieran llevado los puntos.

Una conocida empresa nacional de alquileres de verano -que no cito por no hacerle propaganda y por enojo-, ha hecho su clasificación de las ciudades españolas más sugestivas para este verano, y Salamanca está en séptimo lugar, entre otras cosas por sus ocho veces centenaria Universidad, monumentalidad, gastronomía, y porque es de las ciudades que mas horas de sol disfruta. De las tres primeras, acepto Málaga, por muchas razones que todos sabemos, y por su magnífico alcalde, Paco de la Torre, licenciado en Sociología por Salamanca. Pregunten por él al también licenciado en la USAL, catedrático y presidente de la Sociedad Erasmiana de Málaga Quintín Calles, de La Lurda, Garcihernández. Pongo en duda la clasificación de Cádiz. Pero el “campanazo” -nunca mejor invocada su leyenda-, lo dan clasificando tercera a ¡Huesca! Con permiso de los oscenses, y su Pirineo, pues no.

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Dos ejemplos elocuentes de que nuestra ciudad y provincia deben ser mejor evaluadas: la presidenta de la Comunidad de Madrid -origen abulense-, ha pasado varios días en Candelario. Y ayer escuché en la COPE la entrevista al alcalde de Madrid (que tiene un inmenso porvenir). Advirtió que no regresaba de sus vacaciones desde Galicia a Madrid, sino que lo hacía por Salamanca, “donde estoy”. Yo también estoy en mi patria chica, con mi barquilla varada en su mar de encinas, recordando a mi madre, Arnuero, Castillo, Noja... de cuando entonces, ay, por Nuestra Señora.

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