AUNQUE no lo parecía por las temperaturas de los últimos días, ya ha llegado el verano. Huyo, por hoy, del indulto; de los miembros de ... este Gobierno que lo han concedido, que deberán cargar el resto de sus vidas con este hecho; del precio de la luz; de la luz, de la pandemia y de todos esos asuntos que “nos traen fritos” en los últimos tiempos, para ocuparme de eso, de que el verano ya está aquí, de las posibilidades de disfrute que ofrece esta estación, la de vacaciones por antonomasia, especialmente en la provincia de Salamanca. Poco o nada hay que añadir a lo que ya se conoce de la capital, que es sin duda una de las grandes ciudades de España y de Europa. Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos que se han hecho en los últimos tiempos por parte de las Instituciones correspondientes, las comarcas salmantinas siguen siendo desconocidas para una buena parte de los españoles.
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A quién me pregunta se lo digo. Y, si no me preguntan, también: “cógete una semana; ponte antes delante de un mapa, hazte unas rutas predeterminadas o bien sal con el coche camino de Las Arribes, de Ciudad Rodrigo, de la Sierra y .... déjate llevar”. La respuesta a mi consejo-sugerencia casi siempre es la misma: “pero, ¿da la provincia de Salamanca para una semana?”. Como esta conversación se ha repetido muchas veces en los últimos años, y también en la pandemia, ya tengo muy ensayada la contestación: “para una semana y para mucho más, pero, si te cansas, siempre tienes el aliciente de poder pasar la raya y emplear un día o dos en Portugal”. Ya me he acostumbrado a que mi interlocutor ponga una cierta cara de sorpresa, como si no hubiese caído, ni en las posibilidades que ofrece la provincia de Salamanca, ni en lo de pasar “la raya”.
Turismo cultural, turismo de naturaleza, disfrute de los ríos, de las dehesas, visitas de monumentos, vamos, todo eso que ahora se llama turismo activo, que cuenta ya con muchos aficionados. Hay innumerables actividades esperando en la provincia de Salamanca. Y, luego está el otro turismo, el pasivo, el darse a “la molicie”. Y moverse solo para buscar la rica gastronomía de estas tierras, con el ibérico como emblema, pero no como plato único. Naturaleza, arte, gastronomía, tradiciones y zonas muy tranquilas. ¿Se puede pedir más? Bueno, siempre habrá quién eche de menos la playa y el mar, a los que se pueden dedicar otros días. El contraste hará que aumente el disfrute. En resumen: Salamanca tiene mucho que ofrecer en verano, hay que hacerlo valer; lo mismo que en Navidad, que está a la vuelta de la esquina. ¡Solo quedan seis meses!
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