El sueldo base de un agente de la Guardia Civil es de 10.823,90 euros anuales (categoría C1), que sube hasta los 14.132, ... 38 para el sargento (categoría A2) y hasta los 16.071,44 anuales para el capitán (grupo A1). Ni aunque se multiplicasen por diez estas cantidades estaríamos pagando la vida de Perico, teniente coronel y mando operativo del grupo de intervención de élite de la Guardia Civil, que falleció ayer en Valladolid después de haber recibido un disparo en la cabeza el viernes, durante un operativo de detención.
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No creo que lleguemos a ver nunca una marea verde reivindicativa de las condiciones laborales de estos profesionales que dan su vida para garantizar nuestra seguridad, porque llevan interiorizado en lo más profundo un espíritu de servicio y de sacrificio que no se paga con dinero, de manera que lo menos que podemos hacer es rendir sentido homenaje y concederles, en la constelación de la apreciación social, el lugar que se merecen. Pedro Alfonso Casado era natural de Vitoria, pero con lazos familiares en Sahagún (León) y Mombuey (Zamora) que hoy deberían recibir el calor y la compañía de todas las autoridades castellano y leonesas. Salió de la academia en 1998, estuvo destinado en el País Vasco todavía con ETA activa, participando en varias detenciones de terroristas, y aterrizó finalmente en Valdemoro, donde durante más de veinte años ha liderado la Unidad Especial de Intervención (UEI). El viernes negociaba la rendición en Santovenia de Pablo Antonio Santamaría Herranz, que en la madrugada anterior había asesinado presuntamente a un vecino del mismo bloque y se había atrincherado en una vivienda desde la que disparó con su rifle y le alcanzó en la frente. En las novelas y en las películas, los héroes suelen recuperarse milagrosamente de este tipo de situaciones. Pero la realidad es más cruda que la fantasía y se cobró la vida del protagonista de esta historia de entrega y de servicio público.
Que quede aquí este simbólico lazo verde, que luciría hoy en mi solapa si tuviera oportunidad. Pero en momentos como este debemos hacer algo más que abanderar el color de la Guardia Civil y reflexionar públicamente sobre las condiciones en las que trabajan quienes garantizan la seguridad en esa Castilla y León rural, despoblada y desprotegida. Y cada 12 de octubre, en la celebración del día de su patrona, la Virgen del Pilar, rendir el necesario homenaje a quienes, como fuerza de seguridad de probada fe democrática, velan por los últimos que nos quedan en los pueblos.
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