En un modelo políticamente descentralizado como el nuestro, el Estado no es sólo el Gobierno Central. También los Municipios, las Diputaciones o las Comunidades Autónomas ... forman parte de él. La Constitución garantiza la autonomía de las distintas entidades territoriales para la gestión de sus respectivos intereses, pero también todas están sujetas al deber de coordinar actuaciones para resolver los problemas de los ciudadanos.
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Las dificultades ponen a prueba la solidez de las instituciones. Triste privilegio el nuestro: ante un trance como el presente, nos toca ser testigos del triste espectáculo que ofrece un Estado que no funciona. La peor generación de políticos conocida en la España reciente se ha adueñado de las estructuras y, a pesar de su mediocridad, ha tenido la habilidad de confundir a sus votantes para lograr adhesiones al margen de cualquier crítica.
Mucho se ha debatido en nuestro país sobre el tránsito hacia un modelo federal. En torno a él se han construido programas electorales y se han propuesto alternativas al vigente marco de relaciones entre el centro y la periferia, presentándose a veces como analgésico de secesionistas o condescendencia frente a ellos. También alimenta interminables tertulias en las que los opinadores lo contraponen a nuestro Estado de las Autonomías, como si fueran sustancialmente diferentes. Es una pena que tantos ilustres se pierdan en interminables juegos de etiquetas, alimentando la confusión de todos.
España es un Estado descentralizado muy ineficaz. Con todo, no debemos confundir la validez general de un sistema con su concreto funcionamiento. Que aún no sepamos cómo será la docencia el próximo curso —esto es, dentro de poco más de dos semanas— no es culpa del marco autonómico, sino de una clase política que no ha sabido coordinar actuaciones entre los distintos niveles de la Administración. El hipertrofiado Estado autonómico ofrece grandes oportunidades de empleo a los cortesanos de cada partido, que transitan de un destino a otro en función de la mejor o peor fortuna electoral. Sin embargo, aún no ha aprendido a poner en práctica un federalismo cooperativo que nos ayude a vivir mejor. Esta deficiencia ha perjudicado siempre a nuestro bienestar y a nuestro bolsillo. En las circunstancias actuales, además, está costando vidas.
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