Nos pasamos la vida tomando jarabes, para que el niño estoje, para que no tosa, reconstituyente... Pepe Cabrillas me traía como antitusígeno una fórmula magistral ... del boticario de su pueblo. Hasta que descubrí -algo tarde-, que lo mejor para no toser era no fumar. Igual que me parece innecesaria la viagra entre Calixto y Melibea, por más que Fernando de Rojas justificara sus polvos en los que preparaba en sus redomas de la Cuesta del Río, la madre Celestina. Lo mismo que soy incrédulo de la vieja leyenda -que conocemos por el maltrecho don Quijote-, de los poderes curativos del inexistente bálsamo de Fierabrás, con el que embalsamaron a Jesucristo. Donde haya un trauma y un fisio...
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Todavía circulan por ahí jarabes caseros de cebolla y miel, o con cúrcuma, jengibre... Por si no había bastantes va Pablo Iglesias, coge y se inventa el “jarabe democrático”, que es hacer un escrache, o sea, joder al prójimo metiendo bulla. Lo estrenó antaño él mismo, siendo un don Nadie, impidiendo que Rosa Díez hablara en su “Complu”. Aquí montaron uno contra un columnista que, como todo el mundo sabe, se come a los niños crudos. Pero hogaño resulta que las caceroladas cercanas a su mansión de Galapagar -distantes gracias a no sé cuántos guardias civiles-, quiere calificarlas de “acoso”, sutil distinción de la víbora coletuda, que no quiere tragar la misma medicina que él administraba y que defiende que perpetren y prodiguen los suyos contra los supuestos fachas. Uno rechaza tales jarabes. Recordando al malogrado Pau Donés, de “Jarabe de palo”, y su despedida con “Tragas o escupes”, yo no trago los jarabes-escraches, ¡para nadie! Escupo los que hacen los podemitas, pero también los que organiza contra doña Irene y don Pablo no sé qué marquesa. No son jarabes democráticos, sino demagógicos.
Por el contrario, creo en el jarabe de palo. Pero a ver si nos entendemos: el palo fundado, el varapalo justo, como el que acaba de darle el Tribunal Supremo a los golpistas catalanes, sus letrados, autoridades penitenciarias catalanas, para que los sediciosos -y a mi entender rebeldes-, como la Forcadell y sus compinches, no se vayan de rositas con ese tercer grado concedido, que era un fraude de ley más grande que el Tibidabo.
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